viernes, 5 de agosto de 2011

Un secreto como leyenda


Por: Julio Torres. Muchas veces por casualidad o por causalidad vemos que dos personas comienzan a discutir y le agregan actitudes que a la distancia parece que en cualquier momento aparecerán las armas.

Puede ocurrir que esa curiosidad se pueda distorsionar al escuchar o ver una actitud amenazante de cualquiera de las partes y no podemos evitar tomar partido por alguna de las partes.

En asuntos como el descrito es donde queda de manifiesto el sentido de lealtad porque en momentos como este, cuando la balanza se inclina hacia una de las personas en conflicto no se puede evitar mostrar una lealtad a toda prueba.

Existe una leyenda en la que un rey necesita ejecutar una obra arquitectónica de gran importancia para su pueblo, pero no cuenta con los fondos suficientes para tan magno proyecto.

Viaja entonces hasta el palacio de un rey, con el proyecto en mano para interesarlo en invertir en la obra arquitectónica que requiere.

Los dos reyes platicaron el proyecto y negociaron un trato cuyas estipulaciones secretas solo ellos conocían, el rey poderoso lo distinguiremos del rey sabio para otorgar personalidad a cada uno de ellos.

El rey poderoso se comprometió a dar el dinero necesario y los materiales que sus mismos operarios trabajarían hasta terminar la obra que el rey sabio debía construir, y a cambio se comprometía a pagar con una cantidad de ciudades de su reino.

La edificación de esa obra tardó algunos años y cuando se concluyó, el rey poderoso se fue a visitar cada una de las ciudades que debía recibir, pero el estado de degradación en que se encontraban le molestó mucho.

El abandono en que el rey sabio tenía a las ciudades que manifestaban una tremenda miseria de sus habitantes ya que se limitó a cumplir la letra y no el espíritu de la concesión.

El rey poderoso estimó que al recibir esas ciudades en desgracia se convertirían en una carga más que en un pago y sin prevenir al rey sabio se dirigió a la habitación que ocupaba de manera habitual en su palacio y con el sigilo necesario penetró hasta donde se encontraba.

Los guardias al ver que el rey sabio lo recibía con los brazos abiertos, se alejaron por prudencia, pero poco a poco la reclamación que el rey poderoso hacía al rey sabio, subieron de tono.

El secretario del rey sabio, desde lejos percibió extraños ademanes sin reconocer al rey poderoso y se fue acercando hasta llegar a la puerta, la cual abrió intempestivamente y trató de agredir al rey poderoso.

Al secretario no le importó saber de antemano de quien se trataba, solo hizo lo que juzgó adecuado para defender a su rey, por esa causa es que nunca se percató antes de quien era el supuesto agresor.

El rey poderoso quiso castigar con su propia mano al responsable de tan audaz curiosidad, pero gracias a que el rey sabio detuvo los malos entendidos a tiempo, se evitó la tragedia.

El argumento que esgrimió el rey sabio para defender a su secretario fue que explicó que se trataba de su confidente particular y que él poseía los secretos de su reino.

Después de una corta discusión, ambos reyes optaron por llamar para siempre a sus secretarios particulares como secretarios íntimos, debido a la muestra de lealtad que un secretario íntimo debe manifestar ante cualquier situación.

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