viernes, 12 de agosto de 2011

Prodigios y milagros


Por: Julio Torres. ¿Tenemos que creer en los milagros? ¿Existen los prodigios? ¿Dónde aparece esta necesidad de sentirse maravillado, sorprenderse, deslumbrarse o quedarse petrificado, que da miedo y al mismo tiempo todos deseamos? ¿Son prodigios de la naturaleza o los causantes directos son los dioses?

Un milagro es algo sorprendente, admirable, extraño y maravilloso, pero el milagro toma el sentido religioso de un hecho que no tiene una explicación natural, se atribuye a una intervención divina, de ahí que la historia de la cristiandad está repleta de milagros.

Un prodigio, es un signo profético, puede ser maravilloso y milagroso como monstruoso a veces asociado a la calamidad, al milagro se le ve como algo sorprendente y el prodigio se convierte en lo que depende del milagro, no puede ser más que consecuencia también de una intervención divina.

La historia antigua está repleta de milagros ocurridos en uno y otro continente y el cristianismo se ha encargado de difundirlo de manera repetida y sostenida tal como se maneja actualmente cualquier campaña de publicidad que resulta de gran éxito en los medios de noticias.

Cuando escogí este tema creí que sería fácil recopilar los datos, pero la sorpresa fue impresionante, una de las mas antiguas que he publicado es la de José hijo de Jacob fundador de las doce tribus de Israel, conocido como el que interpretaba los sueños, luego escribí la vida de san Cipriano, su historia sorprende.

Los antiguos habitantes de Mesopotamia estaban convencidos de que el mundo solo se explicaba por si mismo, y para justificar estaban obligados a colocar personajes sobre humanos, que debían haberlo fabricado y que lo gobernaban y en ese país de antigua tradición escrita, donde las decisiones soberanas normalmente se promulgaban por escrito, los dioses debían grabar y memorizar igual que la expresión de su voluntad.


Parece que el ser humano necesita de los milagros, y así encontrar algunas respuestas a sus interrogantes, la misma oración que nos inculcaron desde chicos, resulta rica en acontecimientos, a veces inverosímiles y la respuesta de los instructores siempre lo manejan como la necesidad de aplicarlo como un acto de fe, sin la mas mínima posibilidad a cuestionar las cosas.

Cuando se narra el paso por el Río Jordán en el éxodo, la pregunta surge de inmediato, ¿Milagro o signo de los dioses? Los dioses mesopotámicos en su misma presentación aparecen como personajes sobrehumanos, creadores y gobiernos del mundo, pero también autores de milagros.

Todas las culturas han utilizado el asunto de los milagros para controlar a los pueblos y narran de distintas maneras eventos que consideran importantes para alimentar la fantasía de sus gobernados. .

El asunto de los milagros y prodigios es posible que no sea necesario, sin embargo, parece que resulta muy útil creer, y tal vez el creer que estamos sujetos a voluntades que no conocemos o voluntades divinas.

El mundo real es maravilloso y se disfruta plenamente, pero muchas veces resulta tan volátil que sentimos no haberlo disfrutado por completo, tal vez eso sea lo que produce la necesidad de creer en un mundo fantástico que puede ser producto de la imaginación que cumple con una función necesaria.

Ese mundo real al que me refiero muchas veces nos entrega situaciones en conflicto que nos agobian, tal parece que bebemos líquidos amargos y en exceso, como si lo amargo dominara la vida y lo dulce apenas lo probamos.

Mientras que el agua que bebemos no se convierta en veneno, todo puede funcionar más o menos bien, es posible que los prodigios y milagros cumplan un objetivo concreto, proporcionarnos el apoyo necesario para vivir una vida mejor.

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