jueves, 11 de agosto de 2011

Corona de laurel


Por: Julio Torres. El instinto social otorgado al hombre, es el conservador de la especie, que solo puede desarrollarse por la razón, y se eleva al conocimiento abstracto de la justicia, o de las leyes del deber y del derecho, tal vez extraviado, sin saber que negar o que creer, pensando que solo el interés material lo dirige.

La corona de laurel era utilizada por los griegos y los romanos, para exaltar la figura de quienes destacaban en la guerra, en los deportes o en la política, actualmente el laurel se utiliza con el mismo objetivo, exaltar los triunfos humanos.

Preguntarse sobre el origen del homenaje, que los hombres rendimos a los padres de la civilización humana, y porqué, los actos que todos detestan y hechos que el universo aplaude, solo descubrirá el concepto razón, que le fue entregado para comprender la verdad; lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, no son creaciones sociales o hechuras de fantasía, es el secreto divino.

Es un secreto descubierto en el mundo moral, para constituir la sociedad humana, y gobernarla con una legislación de principios incuestionables para fundar la arquitectura, la astronomía y muchas manifestaciones artísticas mas, con bases indestructibles, solo así se disiparán las nubes que confunden a la mente.

Por orden divina, el hombre pudo obtener un cuerpo material, pero lleno de necesidades y dominado por las pasiones, también le otorgó la herramienta para superar esas debilidades, dándole el nombre de conciencia, para que fecundada por la razón logre regular el poder moral que le sublima.

La creación habló a la inteligencia, pero el mundo físico, no hace comprender el mundo moral, este mundo moral solo se comprende sometiendo las percepciones, a la consulta con alguien con mayores conocimientos, el nos revelará los principios de la justicia que dirige a la inteligencia que se extravía con las falsedades.

La conciencia es la guía que buscamos desde siempre, ella es el maestro que nos enseñará lo que es la virtud, la justicia y el progreso, porque tenía ojos y no veía, tenía oídos y no oía, pero, a partir de este momento, habré de escuchar esa voz, intensa o suave, que regirá cada uno de mis actos ante la vida y ante las situaciones por difíciles que se me presenten.

El sentimiento de la veneración indica, que hay en nosotros algo que nos obliga a respetar a los grandes hombres durante su vida, y que se mantenga su recuerdo después de su muerte, y en ocasiones dirige nuestros actos, para dar a cada uno lo que le pertenece.

Los beneméritos de la humanidad, perciben en torno a sus tumbas una armonía fascinante, esa armonía dirige los actos sublimes que guían al hombre en los primeros tiempos, pero cuando se envanecen, en nombre de dios encienden hogueras y el linaje humano se destruye creyendo salvarse.

La corona de laurel es y seguirá siendo el símbolo más sublime para exaltar el triunfo humano en cualquier disciplina, en cualquier evento que muestre la grandeza del ser humano para que sirva de ejemplo a las generaciones siguientes.

Reciba entonces quien esto ha leído, una hermosa corona de laurel, como tributo a su audacia de participar en esta aventura que no es otra cosa que tratar de recobrar los valores heredados de nuestros antepasados que muchos de ellos entregaron cuerpo, sangre y alma para cimentar la vida que hoy disfrutamos.

Un pueblo con tradiciones es un pueblo fuerte y si además exalta los valores de sus ciudadanos es doblemente fuerte, siempre que su conducta sea acorde con el legado entregado por nuestros antecesores que fincaron esta patria, para todos, una corona de laurel.

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