jueves, 24 de febrero de 2011

Leyenda y un pensamiento divino

Por: Julio Torres

Escuchar en nosotros mismos, y ver en el infinito del espacio y el tiempo, para escuchar el canto de los astros, la voz de los números y la armonía de las esferas.

Cada sol es un pensamiento de Dios, cada planeta un modo de ese pensamiento, y para conocer el pensamiento divino, es para lo que bajan y suben penosamente las almas en el camino de los siete planetas y de sus siete cielos.

Infinito resulta el poder del pensamiento con el que hemos sido dotados, inclusive muchas veces nos hemos preguntado: ¿Qué hacen los astros? ¿Qué dicen los números? ¿Qué dice la historia?

A la altura del siglo XII A. C. El Asia se hundía en el culto de la materia, la India marchaba a grandes pasos hacia su decadencia y un poderoso imperio se levantaba: Babilonia.

En las orillas de los ríos eufrates y tigris, se situaba la colosal y monstruosa ciudad de Babilonia, que impresionaba por su agitada vida.

Sin derechos ciudadanos, sin respeto humano, sin principio religioso, solo ambición personal sin control, esa era la ley de los sucesores de Ninus y Semíramis.

¿Qué podía hacer Egipto contra ese torrente invasor? El trabajo civilizador de tiempos anteriores simplemente estaba a punto de su desaparición.

Transcurridos seis siglos, dos pueblos de genio opuesto pudieron encender sus antorchas: Israel y Grecia, una aclara las profundidades del cielo y la otra ilumina y transfigura la tierra.

La importancia del pueblo de Israel para la historia de la humanidad, resaltaba a primera vista por dos razones, la primera representaba al monoteísmo, la segunda dio nacimiento al cristianismo, eslabón necesario entre oriente y occidente.

Moisés, iniciado egipcio y sacerdote de Osiris, fue el organizador del monoteísmo, por él, ese principio hasta allí oculto bajo el triple velo de los misterios, salió del fondo del templo para entrar en la historia.

Moisés tuvo la audacia de hacer del más alto principio de la iniciación, el dogma único de una  religión nacional, y la prudencia de revelar sus consecuencias solo a un pequeño número de iniciados.

La ley de Moisés, sigue siendo hoy día, la fuerza espiritual que alienta una de las razas humanas más fuertes que en el mundo existen.

Las ultimas palabras de Moisés fueron: “Volved a Israel, cuando el tiempo llegue, el eterno os enviará un profeta como yo entre vuestros hermanos”.

“Ese profeta os dirá todo lo que el eterno haya ordenado, y quien no escuche las palabras que os diga, el eterno pedirá cuentas.

Es posible que el mensaje sea más profundo de lo que en este momento describo, pero debo reconocer que la inmensidad de posibilidades que nuestro pensamiento presenta, es lo que nos coloca en el lugar de privilegio que estamos colocados en la obra divina.

“Escuchad en vosotros mismos, mirad en el infinito del espacio y el tiempo, allí se oye el canto de los astros, la voz de los números, la armonía de las esferas”.

Es posible que lo anterior sea un verdadero pensamiento divino, que debemos hacer nuestro, y meditar en ello, por el resto del día.

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