domingo, 6 de febrero de 2011

Leyenda sobre la libertad

Por: Julio Torres

Es claro que la libertad requiere de una ley fundamental para que la soberanía del pueblo sea una realidad, pues solo proclama el derecho de reunión, pero bien entendido.

Desde hace muchos siglos se encontró que solo con una ley fundamental se puede garantizar  la libertad, lo cual se traduce en una verdadera soberanía del pueblo.

El derecho de reunión bien entendido debe realizarse sin armas de ninguna especie ni aparatos de guerra, el trabajo consiste en instruirse unos a otros, servirse en sus necesidades, discutir sus intereses y redactar peticiones a la autoridad constituida.

La ley dice que no debe haber excesos de ninguna especie, ni turbar la tranquilidad pública, ni ofender las buenas costumbres.

Si el pueblo es soberano, y si cada uno de los que lo componen ha de conocer sus deberes y derechos, para que no viva a merced de los ambiciosos, debemos educarle.

En esas juntas, aprenderá a juzgar y dará su voto, aumentando así la suma de inteligencia que engrandece a las naciones, habituándose a pesar con prudencia el lado favorable y adverso de las cosas.

Todos ejercitarán sus facultades adormecidas, reaniman su actividad, adquieren la aptitud que requiere la decisión de los negocios y no se dejaran arrastrar por impostores.

A esta lucha de sentimientos e intereses se fortifica el juicio y permite distinguir la verdad de la mentira, este escrito tiene una antigüedad de dos mil años o más.

Llamó poderosamente mi atención este escrito en razón de que parece tan antiguo y tan actual que no resistí la tentación de hacerlo llegar a ustedes como una leyenda.

Desde luego que desconozco la fecha exacta de este escrito y su procedencia pero el léxico utilizado denota su antigüedad.

Continúa relatando que de nada valen las leyes racionales, sabias y justas, si las masas ignoran su fundamento, los déspotas gozan al ver que estas masas viven su vida animal.

Esas masas acostumbradas a vivir en el dolor, el sufrir menos es ya un goce para ellas, prever, es un imposible, defenderse es un trabajo, así duerme la inteligencia, en la tranquilidad de los esclavos.

La verdad no reinará en la tierra mientras sus apóstoles no reunan a las masas y les inculquen sus principios, enseñándoles a apreciarlos y a discutirlos.

Ignoran que esas masas no tienen voluntad propia y que si en la sacudida del dolor se rebelan desesperadas, es para destruirlo todo, embriagarse un momento y volver al letargo.

Si queréis que haya pueblo, educadle, si queréis que se eduque, reunidle y endeñadle a pensar, a discutir y a no contar con más que su propio buen sentido para comprender la ley.

Lo que debe saber obedecer es apreciando su justicia, sin necesidad de celadores, esbirros ni verdugos asalariados.

Cualquier semejanza con la vida actual de los pueblos en vías de desarrollo es mera coincidencia, pienso que no es dar a las masas pequeños privilegios como se resuelven las cosas, tenemos que enseñar al que no sabe.

La educación del pueblo es la mejor medicina para erradicar la esclavitud en cualquiera de sus manifestaciones.

No hay comentarios: