viernes, 4 de febrero de 2011

Leyenda y el triangulo de oro

Por: Julio Torre

En el triángulo de oro se escribió el nombre divino y se guardó en el corazón de una montaña para protegerlo y que los sobrevivientes del diluvio universal pudieran descubrirlo.

Después del diluvio el gran sacerdote pudo rescatar el triángulo valioso y colocarlo en el arca de la alianza para indicar que solo quien persevera sabe proclamar la verdad.

En vida de Samuel, los filósofos se apoderan del arca y después de asesinar a quienes la defendían, fundieron la alhaja de oro para hacer un ídolo.

Eso provocó que nadie supiera escribir el verdadero nombre de Dios, aunque los reyes de Israel tradicionalmente lo pronunciaban.

El resto del pueblo, le llamaba como lo hacían los grandes arquitectos: Adonaí o el Hedí, que era el titulo que le dieron los patriarcas.

Lo mismo que el circulo que no indica donde comienza o donde acaba, el triángulo es tan bello como por su igualdad matemática en sus ángulos y en sus lados.

El circulo fue el emblema del universo, y para algunos de la eternidad, el triángulo significo lo infinito y la fuerza del orden, su unidad como objeto y su triple carácter en consonancia con sus tres ángulos y lados, indujo al pueblo israelita a tomarle por símbolo de lo omnipotente.

Nadie podía levantar imágenes ni pronunciar su verdadero nombre bajo pena de muerte, el triángulo resumía la trinidad del Poder, el Saber y el Orden.

La inscripción en el triángulo se dice que era la siguiente: “Soy todo lo que ha sido, todo lo que es, todo lo que será y ningún mortal ha alzado todavía el velo que me cubre”.

Los sucesores de los grandes Hierofantes que explicaban los misterios afirmaban: “Creemos en Dios y en la inmortalidad del alma, y nuestra fe firme; no porque otros nos la han inculcado, sino porque nos la dicta nuestra conciencia y satisface a nuestro entendimiento”.

Las tribus primitivas de Israel no conocieron ni peor ni mejor que nosotros el concepto divino, y erraron al caracterizarle con atributos humanos.

Lo describían como un Dios monárquico y vengativo, como un faraón a quien solo la suplica apiadaba, un Dios de los ejércitos como el jefe militar de aquella casta despótica.

Nuestro Dios es todo amor, todo paz, todo armonía, para él no hay primeros ni últimos, no hay nacionalidades ni condiciones, todo hombre es hijo suyo y coheredero en los bienes de la tierra y de los cielos.

El obligar a otra persona a creer en nuestro Dios por astucia, o declarar por la fuerza que solo a mí se ha revelado, es abusar de la ignorancia y debilidad de mis semejantes.

Causa primera, Creador, Vivificante, Altísimo, Inmutable, Eterno, Ordenador, Omnipotente, Inteligencia suma, y el resto de los nombres conocidos.

Como vemos al paso de los años le hemos llamado de distinta forma tratando de darle una personalidad humana que de ninguna manera es aceptable.

Le invito a una próxima entrega para desmenuzar cada uno de los nombres apuntados, le espero y hasta entonces.

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