miércoles, 16 de febrero de 2011

Leyenda deberes y derechos

Por: Julio Torres

La mala o buena interpretación y aplicación de las leyes es propia de los medios de que estamos dotados para conocerlas.

Nuestra conciencia la adivina, nuestra inteligencia las aplica a complacencia del deseo, por lo que fecunda el egoísmo en lugar de anonadarlo.

Hasta que la razón adquiera su esplendido desarrollo, y nos convenza de que el bien es individual e inseparable del universal, no alcanzamos el reinado de la justicia.

¿Qué son las leyes del decálogo, si no la sensible expresión de las intuiciones de la conciencia? Cuando la inteligencia vino a auxiliarla, se dio un paso más.

Se formularon las religiones, en códigos de moral e higiene privada y pública, sujetándose a los sacramentos y alegorías de las leyes sociales, santificadas por la divinidad.

Los misterios a emblemas del fenómeno de la naturaleza, enseñorearse así a sus esclarecidos inventores de las ciencias filosófico gubernamentales.

Al par de aquellos códigos marcharon los civiles y las constituciones fundamentales de los que se llaman países civilizados.

Cuando se liberan del error en que los mantenían sus explotadores, de atribuir a Dios las obras humanas, la razón desvanece con su luz las tinieblas que nublan la justicia.

Los sacramentos son emblema de las leyes sociales y la prueba de que nuestros antepasados no solo conocían los derechos del hombre, sino que los santificaron.

El bautismo, que es materialmente el aseo conservador de la salud, expresa que la ley del pueblo es la ley suprema, y sus mandatarios deben cuidar de la higiene y policía generales.

Sin  olvidar que el fin más importante de la sociedad, es conservar la vida del individuo y de la especie.

La validación proclama el derecho de todo hombre a aprobar o reprobar lo que se hizo sin su consentimiento.

La penitencia asienta el poder de la asociación para corregir o reformar al delincuente, la correspondencia es el trasunto palpitante de la libertad, la igualdad y la fraternidad de nuestro linaje.

El orden prescribe el equilibrio de los derechos con las garantías de su ejercicio, la extremaunción atestigua la redención del culpable que ha cumplido con su condena.

El matrimonio es la fusión de intereses y sentimientos vinculados en el amor y que propagada a los hijos crea la familia.

Extendida forma el lazo que, asentado por el beneficio de la habitual defensa, funda la tribu, cuyo enlace constituye las naciones.

Como en la familia se engendra el heroísmo y se fecunda la vileza conforme a la habilidad del padre o al talento de la madre, impide que su ignorancia ahogue en el hijo los gérmenes de la grandeza.

El sacerdocio pidió garantías a los desposados para la educación de la prole, exigiendo padrinos para el primero y el último de los sacramentos.

Concluimos entonces que es muy necesario, que todos conozcan sus deberes y derechos, para poder exigir a quienes gobiernan, que acaten con puntualidad el compromiso para el que fueron elegidos o designados.

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