domingo, 6 de febrero de 2011

Leyenda de sal y luz

Por: Julio Torres

La comparación que algunas personas hacían de los conceptos filosóficos sobre la sal y la luz, me parece que se quedaron cortos en todos sus comentarios por lo siguiente:

La sal es un producto fundamental para la vida animal y la vegetal inclusive, pues aunque el agua resulta primordial, por medio de la sal es que logra cohesión de cada una de las partículas y átomos de sus cuerpos.

Todos los alimentos se deben aderezar por medio de la sal, de otra forma, el sabor se pierde, todo va a resultar insípido y quizás inaceptable para ingerirlo.

Podemos imaginar que cuando nuestro cuerpo pierde sus propiedades y atributos es que llega lo que conocemos como muerte o transformación como quiera describirse.

Es entonces que nuestro cuerpo ha perdido ese atributo llamado sal, y entonces somos arrojados a la tierra como algo descompuesto, algo que ya no sirve.

Lo mismo ocurre con la sal cuando pierde sus atributos y es arrojada a la tierra porque ha perdido la esencia, para la que fue creada por  orden divina.

Ambos, la sal y nuestro cuerpo, resultan pisoteados por las nuevas generaciones al caminar por la vida, ya que hemos pasado a otro estado, por medio de la transformación de la materia.

Pero mientras vivimos y nos movemos parecemos lámparas que emiten luz verdadera, luz brillante, con la cual quienes están cerca, se alumbran para seguir caminando.

En la oscuridad resulta muy difícil encontrar las cosas que buscamos y lo más seguro es que tropecemos con cuanto obstáculo encontremos a nuestro paso.

Cuando nuestra vida termina, con ella termina también esa luminosidad con la que se alumbran nuestros seres queridos y nuestros amigos e inclusive nuestros enemigos.


Entonces, si apreciamos los atributos de la sal y los atributos de la luz, va a resultar muy sencillo comprender la forma como habremos de conducirnos por la vida.

Debemos ser sal, para que la vida se convierta en una delicia vivirla, debemos ser sal para que quienes nos rodean participen de la dulzura o el buen sabor que como sal damos a todo lo que tocamos y con quienes convivimos.

Debemos ser luz, para que nuestro camino sea el adecuado, debemos ser luz para que quienes se encuentren junto a nosotros encuentren el mejor camino, debemos ser luz, pero muy brillante, para que el día que se extinga, el recuerdo siga brillando.

Luz y sal, sal y luz, palabras tan sencillas, tan simples, tan perfectas, pero que invitan a reflexionar en el principio que indica, las cosas dulces resultan pequeñas, y las debemos disfrutar plenamente.

Gran compromiso tenemos con el proyecto de Dios, saber ser sal, para endulzar en lo posible la vida nuestra y la de las personas que dependen y viven en nuestro entorno.

Saber ser luz, para alumbrar el camino que seguiremos e iluminar el que seguirán nuestros seres queridos, pero siempre apegado al argumento que Dios haya escrito para cada uno de nosotros.


No hay comentarios: