domingo, 20 de febrero de 2011

Leyenda y la razón

Por: Julio Torres

El orden y el progreso, marchan unidos para garantizar los deberes y derechos, pero se hace necesario, educar a los seres humanos desde la cuna, porque la familia es la base de la agrupación humana.

La razón es, fanal maravilloso que ayuda a ilustrar a los padres, esos guardianes del hogar, que junto con los legisladores, y las  leyes que dictan, corrigen los extravíos de la conciencia, y los sofismas de la inteligencia.

Es muy importante que todo mundo sepa, que la libertad nace de dos manantiales: La inteligencia suma, que proporciona leyes sabias, y la educación, que crea buenas costumbres.

Como si se tratara de un maestro poderoso, la libertad nos enseña un emblema de la virtud, que infunde la trinidad: “conciencia, inteligencia y razón”.

Al proclamar el imperio de la razón, destruimos con ella los sofismas de los absolutistas, los errores de los filósofos, y las utopías de los ideólogos, exponiendo leyes justas.

Se expone en distintos foros, que  cuando se muestra la pureza del hogar doméstico, se comprende que es la única manera, de lograr justicia en el universo.

Como un cuadro, donde se expresa el deseo de realizar, la magnifica imaginación del edén terrestre, creado por el sentimiento intuitivo del poder de nuestra inteligencia, para dominar la materia, y la razón para vencer las pasiones.

Al ver el obstáculo de la ignorancia, la astucia y la ambición, cómo se oponían al progreso, las perfidias de la astucia, y las iniquidades de la ambición, en lugar de buscar que la ignorancia desaparezca con el desarrollo de la civilización.

Se convertían en soldados invencibles con las armas, mucho más que con los conocimientos adquiridos, los hombres de mayor ingenio idearon la leyenda del paraíso perdido.

Con su árbol de la ciencia del bien y del mal, que causaba la muerte al que probaba su fruto, en contra de ese árbol sembraron el de la vida, que resplandece en la nueva Jerusalén.

La luz única que brilla en oriente, y que no pertenece ni al sol ni a la luna, es símbolo del foco de la luz verdadera, o la razón infinita, de la que es un destello la nuestra.

Así como los átomos invisibles del vapor, dilatados por el calor, se levantan de la tierra y caen en fertilizadora lluvia, que absorben sedientos los continentes y las islas, o agrupándose  en caudaloso río, llevan hasta las arenas del mar los vegetales y la vida.

Nosotros, animados por el hálito del creador, nos elevamos a las regiones de la verdad, y reuniendo sin alarma nuestros esfuerzos, vertemos sobre los hambrientos, el maná de esa sabiduría que destila el árbol de los doce frutos.

Cuando llegue el día, en que habremos de comparecer ante la eterna verdad, y se nos pregunte: ¿Qué habéis hecho? Responderemos unísonos: No hemos podido vencer, pero hemos luchado.

La razón, es la única lámpara que ilumina los extravíos de la conciencia y los sofismas de la inteligencia, la libertad nace de dos manantiales: las buenas costumbres y la educación.

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