lunes, 21 de febrero de 2011

Leyenda y donde reside Dios

Por: Julio Torres

Buscar a Dios en el cielo o en cualquier otro lugar me parece inútil, muchas teorías dicen que es en el interior de nosotros mismos donde reside, lo complicado es encontrarlo.

El hombre que hace el sacrificio de sus deseos, y sus obras al Ser, de donde proceden los principios de toda cosa, por quien el universo ha sido formado, obtiene por tal sacrificio la perfección.

Quien encuentra en si mismo su felicidad, su gozo, y en si mismo también su luz, es uno con Dios, el alma que ha encontrado a Dios, se libra del renacimiento y de la muerte, de la vejez y del dolor, y bebe el agua de la inmortalidad.

Desde la época aria, a través del período que siguió a los tiempos védicos, la conquista persa y la época alejandrina, es decir, durante un lapso de más de cinco mil años, Egipto fue la fortaleza de las altas doctrinas.

En conjunto constituye la ciencia de los principios, y que pudiera llamarse la ortodoxia esotérica de la antigüedad.

El nombre de Hermes Toth, ese misterioso iniciador del Egipto de las doctrinas sagradas, se relaciona sin duda con una primera y pacífica mezcla de la raza blanca y de la raza negra en las regiones de Etiopía y del alto Egipto.

Hermes es nombre genérico como Manú y Budha, pues designa a la vez, a un hombre, a una casta y a un Dios.

Como hombre, Hermes es el primero, el gran iniciador del Egipto, como casta, es el sacerdote depositario de las tradiciones ocultas.

Como Dios, es el planeta mercurio, asimilado con su esfera a una categoría de espíritus, de iniciadores divinos, en una palabra, Hermes preside la región supra terrena de la iniciación celeste.

En la economía espiritual del mundo, todas esas cosas están ligadas por secretas afinidades como por un hilo invisible, el nombre de Hermes es un talismán que las resume, un sonido mágico que las evoca.

De ahí su prestigio, los griegos, discípulos de los egipcios, le llamaron a Hermes Trimegisto o tres veces grandes, porque era considerado como rey, legislador y sacerdote.

La cronología egipcia, llama a su época el reino de los dioses, pero la luz que atrajo del cielo para nosotros, brillará eternamente.

Armados con antorchas de los misterios, y en la noche terrestre descubriremos nuestro doble luminoso, nuestra alma celeste, seguiremos a ese divino guía que es nuestro genio, porque él tiene la clave de nuestras existencias pasadas y futuras.

Como vemos, el asunto del lugar donde reside Dios, siempre va a resultar un enigma, en razón de que al imaginarlo con apariencia humana, la idea se complica.

La forma de describir el lugar donde reside Dios, me temo que lo dicho al principio es lo más acertado, “Todos llevamos en nosotros mismos un amigo sublime que no conocemos”.

Dios reside en nosotros mismos en nuestro interior, pero pocos saben encontrarle.

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