viernes, 2 de septiembre de 2011

Destrucción

Las criaturas de Dios son instrumentos de que se sirve para llegar a sus fines, para alimentarse, los seres vivos se destruyen entre si, con el doble objeto de mantener el equilibrio en la reproducción que pudiera llegar a ser excesiva.

Pero siempre es destruida la envoltura nada más, envoltura que solo es lo accesorio y no la parte esencial, pues éste es el principio inteligente indestructible, y que se elabora en las diferentes transformaciones que tiene.

Para que la destrucción no suceda antes del tiempo necesario, la naturaleza rodea de los medios de preservar y de conservar a las criaturas, cualquier destrucción anticipada estorba el desarrollo del principio inteligente.

La muerte debe conducirnos a mejor vida, nos libra de los males de esta, y puesto que en consecuencia es más de desear que de temer, el hombre le tiene horror instintivo que le hace sentir temor, el hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir su tarea.

Es por eso que se le ha dado el instinto de conservar, instinto que lo sostiene en las pruebas y sin el cual abandonaría a menudo el decaimiento, la voz secreta que lo hace rechazar la muerte le dice que todavía puede hacer algo por su progreso.

Cuando lo amenaza algún peligro, se le advierte con el, que aproveche el tiempo que Dios le concede; pero el ingrato se lo agradece a menudo más a su estrella que a su creador.

Junto a los medios de conservar, la naturaleza ha colocado al mismo tiempo los agentes de la destrucción, es decir, junto al mal, el remedio, para mantener el equilibrio y para que sirva de contrapeso.

La necesidad de destrucción es proporcional al estado más o menos material de los mundos, y no se presenta en un estado físico y moral más depurado, en los mundos más adelantados que el suyo, son totalmente diferentes las condiciones de vida.

La necesidad de destrucción se debilita en el hombre a medida que el espíritu predomina sobre la materia, y por esto ven que el horror a la destrucción sigue al desarrollo intelectual y moral.

El hombre no tiene derecho ilimitado de destrucción sobre los animales, ese derecho está reglamentado por la necesidad de atender a su alimento y seguridad, el abuso nunca ha sido considerado un derecho.

Cualquier destrucción que traspasa los límites de la necesidad es una violación de la ley de Dios, los animales solo destruyen para satisfacer sus necesidades, pero el hombre, que tiene libre albedrío no.

El hombre destruye sin necesidad, y tendrá que dar cuenta del abuso de la libertad que se le ha concedido, porque entonces da cabida a los malos instintos.

No hay comentarios: