Me
propongo comunicar a ustedes una conversación que sostuve con un amigo
entrañable, se encontraba en una cama de hospital y admito que en determinados
momentos perdí la noción de la realidad de la conversación.
Manifestaba
mi amigo una tremenda necesidad de hablar y en algunos momentos parecía que
viajaba en su imaginación como una queja de lo hecho y lo pendiente por hacer.
El
miedo nos convierte en cobardes, me decía, porque es algo que nuestros padres
sin perversidad lo infunden de manera accidental, cuando por educación nos
obligan a callar.
Si algo
que no me gustaba debía callar, eran tan exigentes que terminé siendo exigente
conmigo mismo, convirtiéndome en un tirano que nunca pudo encontrar la
perfección.
Cada
vez me permitía menos errores y la perfección nunca llegaba, trataba de ser
generoso y creo que aprendí muy bien la lección, fui tan bueno que muchos de
mis amigos me defraudaron.
En
repetidas ocasiones me sentí muy inútil y frustrado, pero me consuelo, esto que
me ha pasado le pasa a mucha gente: ¿Cómo no estar lleno de sentimientos
negativos? Todos tenemos sentimientos negativos.
Le dije
entonces, permíteme tratar de ayudarte, no pretendo ser tu maestro de ninguna
manera, pero estoy en posibilidad de darte una receta para comprendas lo que te
ocurre.
Primero
debes decidir un gran objetivo, luego un plan definido o un proyecto, o varios
proyectos pero todos colocados en orden, del mayor al menor o viceversa, una
pequeña dosis de deseo de lograrlo y esperanza en realizar.
La
acción será a fuego bajo, que se vaya cocinando lentamente, con el tiempo justo
y necesario y cuando ha terminado su proceso, saborearlo con verdadero placer.
Si
encuentras un sueño y lo realizas, que no sea el único, fabrica nuevos sueños,
trabaja sin preocuparte, solo así se realizan los sueños, simplemente mantén la
calma, pronto aparecerá.
Ahora
que te escucho me doy cuenta que nunca percibí que sí realicé muchos de mis
sueños y no tuve la capacidad de disfrutarlos, importante es realizar los
sueños como disfrutarlos.
Después
de un pequeño silencio le pregunto: ¿Sabes cual es el enemigo más grande que
tiene el ser humano y que no le permite disfrutar de la vida? El miedo.
El
silencio se prologó más que el anterior, por algunos minutos permanecí en
silencio, imaginé que se había quedado dormido y mi plática le permitía
descansar de los terribles dolores que le producía su enfermedad.
Permanecí
en silencio a la espera de que si despertaba continuaríamos con nuestra
conversación y de momento me dice: Cuando me entero de mi enfermedad, el miedo
se convirtió en mi propio enemigo.
Acudí a
este hospital disfrazado de dolor, de sufrimiento y muerte, los dolores eran
muy fuertes, mis miedos los agudizaban, en este momento he dejado de tener
miedo, gracias.
Nuevamente
se hizo el silencio y tratando de continuar con el diálogo le expliqué que los
miedos son naturales, todos tenemos miedo, el miedo es la mejor herramienta
para cuidar de nosotros.
Se
abrió la puerta y entra una enfermera, hace una revisión rápida del paciente y
me pregunta: ¿hace mucho tiempo que dejó de hablar el paciente? Y le contesto
que hace un minuto.
Con
tono de reproche me dice la enfermera, este hombre hace más de una hora que
murió y usted nada nos dijo, confiábamos en que nos mantuviera al tanto, no
entiendo el descuido.
Me
levanté de la silla en que me encontraba, tomé su mano para despedirme y en
efecto, su cuerpo esta muy frío, no entiendo como es que estaba conversando
minutos antes conmigo, ¿Sería el miedo a su imagen?
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