miércoles, 1 de septiembre de 2010

Leyenda y el derecho de propiedad

Por: Julio T.

Nada ni nadie tiene derecho de hacer algo que pueda comprometer la existencia corporal de ningún semejante, el derecho a la vida da al hombre el derecho a reunir los medios para vivir y descansar cuando ya no trabaje.

Este tema, he preferido incluirlo en este espacio de leyenda, para tratar demostrar que nada nuevo hay bajo el sol, esta idea la he tomado de un escrito mucho muy antiguo que al analizarlo resultó muy actual.

Dice el escrito que la condición para hacer fuerte ese derecho de reunir los medios, debe hacerlo en familia, como una abeja, por medio de un trabajo honrado, y no acumular como un egoísta.

Muchos animales dan ejemplo de la previsión, solo protegen lo reunido, ¿recuerdan las frases?: “No robarás, y Den al Cesar lo que es del cesar”.

Lo que el hombre reune por medio del trabajo honrado es una propiedad legítima que tiene derecho a defender, porque la propiedad que es fruto del trabajo, es un derecho natural tan sagrado como el trabajo y la vida.

Haciendo un paréntesis, vale la pena recordar que ese es el primer compromiso de todo gobierno, menor o mayor, que se precie de ser buen gobernante, incumplir el deber de la seguridad, descalifica lo demás.

El deseo de poseer cosas es absolutamente natural, pero cuando ese deseo de poseer cosas se activa solo para satisfacción personal, se convierte en egoísmo.

Surge entonces la pregunta: ¿A quien perjudica el que tiene con que vivir?, entonces, ¿No es legítimo el derecho de poseer lo que se desea?

La respuesta es sencilla, existen hombres insaciables que acumulan sin provecho para nadie, y muchas veces es solo para satisfacer sus pasiones y quizás hasta sus vicios.

Desde luego que eso no puede ser bien visto por Dios, al contrario, “aquel que acumula con su trabajo un capital pequeño o grande, con el fin de ayudar a otros, practica la ley de amor y caridad, su trabajo es bendecido.

La mejor definición de la propiedad legítima, es que: Solo es legítima esa propiedad cuando ha sido adquirida sin perjudicar a otros.

La ley humana muchas veces resulta imperfecta, porque establece a menudo derechos sociales cómodos que reprueba la justicia natural.

Por eso las leyes humanas se reforman a la medida que se realiza el progreso para comprender mejor la justicia, lo que parecía correcto o justo en el siglo pasado, en el presente parece equivocado.

Hablar de la caridad y amor al prójimo ayuda en gran medida en la comprensión de los conceptos mencionados, “Ser bondadoso con todos, tolerar las imperfecciones de los demás y perdonar las ofensas”.

El amor y la caridad son complemento de la ley de la justicia, porque, amar al prójimo es hacerle todo el bien que podamos y quisiéramos que a nosotros se nos hiciera.

La caridad no es solo la limosna, sino que es comprender todas las relaciones que tenemos con nuestros semejantes, ya sean nuestros inferiores, iguales o superiores.

Necesitamos de la tolerancia, ella nos prohibe humillar a otro, si es rica la persona que se nos presenta, se le tienen muchas atenciones, pero, si es pobre, parece que no hay necesidad de tomarse molestia alguna por ella.

El hombre bueno, disminuye la distancia que existe entre él y un hombre que no es rico ni poderoso, recordemos que no hay hombres miserables por culpa propia.

Sin embargo, una buena educación moral le hubiera enseñado a practicar la ley de Dios, “no caer en los excesos que causan perdición, de esto depende un mundo mejor para todos.

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