martes, 28 de septiembre de 2010

Leyenda y la ley de causa

Por: Julio Torres.->Subscríbete a mi blog, es gratis

Como en las ocasiones anteriores, la reunión comenzó con un aromático café y la platica se tornó agradable pues con esta sumaban más de diez reuniones a las que me permitieron asistir.

Platicamos de todos los temas, pero nunca se me ocurrió hablar de mi amigo y su enfermedad provocada por el cáncer, de modo que me tomó por sorpresa el llamado a la “meditación”.

Como las veces anteriores, la señora tomó su lugar y nosotros hicimos lo propio, aunque de momento yo no supe donde colocarme, pero no faltó quien me ofreciera un lugar.

Como rutina, comenzaron las preguntas de los asistentes y las respuestas de “la entidad”, así definen a la voz que se escucha por medio de la señora que “prestaba su cuerpo” para proceder.

Acostumbrado ya a la rutina, procuraba organizar mis cosas para evitar alguna interrupción ya que el fenómeno de esa forma de comunicarse me resultaba fascinante.

En determinado momento, la señora toma una actitud especial y se dirige a mí, desde luego con los ojos cerrados pero no imaginé en ese momento como fue que me localizó y comenzó lo asombroso.

Sin mencionar mi nombre me lanza una noticia directa, tu gran amigo ya está en su ley de causa y hace un pequeño silencio, como no entendí que era lo que me estaba diciendo, solo se me ocurrió preguntar ¿Qué es ley de causa?

Casi al unísono, todos los asistentes casi me golpean por no saber lo que me estaba diciendo la entidad, pero la voz me dijo de manera muy amable que se trataba del final de la vida.

Los asistentes trataron de explicarme la situación pero, la voz solo se limitó a callarlos y me dice: pero no sufras, su tiempo termina como terminará el tuyo a su tiempo, y una buena noticia:

Le han permitido mantenerse el tiempo necesario para que arregle el asunto de dinero que tienen pendiente entre ustedes, el se encargará de arreglarlo no lo dudes, y cuando ese asunto se resuelva, a las pocas horas deberá despedirse.

Debo reconocer que mi asombro fue mayúsculo, en realidad nada pude decir, el silencio invadió el lugar y todos volteaban a verme también asombrados, sin saber que decir, hasta que:

 Una vez más se dirige a  mí con otra noticia de impacto, “tu protector  es fulano”, no puedo decir el nombre porque se trata de un personaje famoso en este país que murió allá por el año de 1958.

Fue tal la sorpresa que una vez más pregunté: ¿Quién es el? Y todos los asistentes casi se burlan de mí, parece que en el momento se bloqueó mi cerebro y nada podía entender.

Cuando los asistentes me explican de quien se trata, recordé que conocí a ese personaje al final de su vida y por cierto que charlamos bastante tiempo y se consolidó cierta afinidad.

Nunca más supe de él hasta que por la prensa me enteré de su partida, hasta entonces poco a  poco fui recobrando la función del cerebro como antes de ese día.

La meditación continuó de manera normal como en días anteriores, y debo reconocer que tanta información requería de una buena dosis de paz, para poder digerirla.

Cuando ya estaba por terminar la meditación, nuevamente se dirige a mi para indicarme que al día siguiente debe celebrar  una misa en honor de mi protector.

Desde ese día comencé a sentir fuerte dolor que ningún calmante pudo reducirlo por lo menos y de manera curiosa desaparecía a determinada hora de la noche.

Eso me obligó a consultar a la señora y pedir una meditación para investigar la causa, pero ella se limitó a decir que se trataba de compartir el dolor para hacerlo más llevadero entre ambos.

Pasaron algunos días y la sorpresa fue mayor cuando me llaman avisando que mi cheque estaba listo para hacerlo efectivo, instintivamente evité recogerlo hasta que no pude evitarlo y cuando deposité el cheque en el banco, a las pocas horas murió mi amigo.

Una parte extra de este asunto dejo pendiente para la próxima que titularé “el protector”.


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