lunes, 30 de agosto de 2010

Leyenda justicia y derechos

Por: Julio T.

La justicia y los derechos naturales no son adquiridos, son naturales, cualquiera se molesta ante una injusticia, el progreso moral desarrolla sin duda ese sentimiento, pero no lo produce.

Dios lo ha puesto en el corazón del hombre, y por eso encuentran con frecuencia en hombres sencillos e incultos nociones más exactas de la justicia que en los más instruidos.

Sin embargo, algunos hombres lo entienden de manera distinta, uno encuentra justo lo que a otro le parece injusto, y es que con ese sentimiento se mezclan con frecuencia pasiones que lo modifican.

La mayoría de los sentimientos naturales resultan modificados por las pasiones y los vicios, y eso provoca que las cosas se vean desde un punto de vista equivocado.

Debemos recordar siempre que, la justicia se define como el respeto de los derechos de cada quien, pero, ¿Qué cosas determinan esos derechos?

Son dos cosas las que determinan esos derechos, una la ley humana y la otra la ley natural.

Los hombres hacen leyes apropiadas a sus costumbres y características, esas leyes han establecido derechos que han podido cambiar con el progreso de humanidad.

Las leyes actuales, aunque imperfectas, parecen abarcar todos los derechos, pero que pensaría un hombre de la edad media si se tuviera que ajustar a las leyes presentes.

A nosotros nos parecen perfectas las de este tiempo y nefastas las de la edad media, pero las de entonces parecían justas y naturales para ellos en ese tiempo.

El derecho establecido por los hombres no siempre está con la justicia, reglamenta solo ciertas relaciones sociales, mientras, en la vida privada, existe una cantidad de actos, que solo competen al tribunal de la conciencia.

“Querer para otros lo que quisiéramos para nosotros mismos”

Dios ha depositado en el corazón del hombre la regla de la verdadera justicia, por el deseo que siente cada uno de ver que se le respetan sus derechos.

En la incertidumbre de lo que debe hacer con respecto a su semejante, el hombre debe preguntarse como quisiera que se portaran con él, la mejor guía va a ser su conciencia.

El verdadero criterio de la justicia es el querer para los demás lo que se quiere para si mismo, y no el de querer para sí mismo lo que se quiere para los demás, lo cual no es lo mismo como no es natural desearse mal.

Tomando como punto de partida nuestro deseo personal, estamos seguros de querer siempre el bien para el prójimo, es el deseo personal para que prevalezca el derecho.

La necesidad del hombre es vivir en sociedad y la obligación primera es respetar los derechos de sus semejantes, quien los respete será siempre justo.

En nuestro mundo, donde tantos hombres no practican la ley de la justicia, cada uno usa represalias con lo que produce confusión de la sociedad, la vida social da derechos e impone deberes recíprocas.

Los derechos naturales son iguales para todos los hombres, desde el más pequeño al más grande, nadie está hecho de mejor barro que otro, esos derechos son eternos.

El hombre establece derechos que alguna vez desaparecen, por otra parte, cada quien conoce muy bien su fuerza o debilidad y sabrá siempre tener una especie de deferencia hacia aquel que merecerá por su virtud y su ciencia.

Para quienes se crean superiores, deben conocer los deberes para merecer esa deferencia, se subordinan y no se verán en compromiso, cuando la autoridad sea otorgada a la sabiduría.

El carácter del hombre que practica la justicia en toda su pureza es del verdadero justo, porque practicaría el amor al prójimo y la caridad, sin eso, no existe verdadera justicia.

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