jueves, 2 de septiembre de 2010

Leyenda y virtudes y vicios

Por: Julio T.

Lo sublime de la virtud consiste en el sacrificio voluntario del interés personal por el bien del las personas, la virtud más meritoria es la que está basada en la caridad más desinteresada.

Es de entenderse que todas las virtudes tienen su mérito, todas son señales de progreso en el camino del bien en esta vida, hay virtud cuando hay resistencia por voluntad propia a las cosas malas.

Existen personas que hacen cosas en bien de la comunidad de manera espontánea y eso ocurre porque ya han progresado, porque han luchado en otro tiempo y han vencido.

Para esas personas de buenos sentimientos no significa esfuerzo alguno, sus acciones son tomadas como cosas naturales, el bien se ha convertido para ellas en un hábito.

Esas personas, deben ser felicitadas, se les puede honrar como a viejos guerreros que se han ganado sus grados militares en sus batallas para conseguir el bienestar de la sociedad.

Desde luego que estos ejemplos están lejos de nosotros, están lejos de la perfección, pero nos sorprenden y los admiramos mientras más raros son y mientras más comentados se presenten.

Pienso que deben existir mundos más adelantados que el que conocemos, pero eso habremos de indagar en un futuro cercano para poder sacar conclusiones.

Que hermoso sería que el sentimiento del bien fuera espontáneo en todo el planeta, que la humanidad se transformara y practicara la caridad en su verdadero significado, pero:

¿Cuál es la señal característica de la imperfección en el ser humano? “El interés personal”

En efecto, esa es la característica de la imperfección, el interés personal, las cualidades morales se parecen al dorado de una pieza de cobre, que no resiste la prueba del especialista en joyas.

Un hombre puede tener cualidades reales que lo hacen un hombre de bien ante los ojos de los demás, pero, aunque esa cualidades sean de un progreso, nada asegura que se pueda resistir a algunas pruebas.

Bastará con tocar alguna vez la fibra del interés personal para que salga a la superficie la realidad de sus debilidades y se descubra su realidad.

El verdadero desinterés es algo que muy poco se ve en el mundo, y cuando se presenta se le admira hasta como un fenómeno por lo extraño del caso.

El apego a las cosas materiales muestra una señal evidente de la inferioridad en que se encuentra quien manifiesta esa debilidad.

Cuanto más se apega un hombre a los bienes materiales, es síntoma de que comprende menos comprende su destino, y con el desinterés contemplará un mundo más elevado, un porvenir excelente.

La siguiente reflexión expone mejor lo dicho, no se da a algunas personas la fortuna para que la despilfarren, como no se da a otras para que la encierren en sus arcas.

Es un depósito del que habrán de dar cuenta, habrán de responder de todo el bien que estaba en sus manos hacer, y que no hicieron, y de todas las lágrimas que hubieran podido enjugar con el dinero que dieron a quien no lo necesitaba.

Muchas preguntas surgen con lo dicho, ¿Qué si es censurable y perjudica al progreso pensamientos sobre si hacer el bien puede esperarse mejor vida que en la tierra?

Es claro que hacer el bien sin ningún interés y solo por el placer de ser agradable al que sufre, se encuentra ya en un grado de adelanto que le permitirá llegar a la dicha.

Hacer el bien por reflexión no es el mejor consejo, el bien se debe hacer por impulso natural que no es otra cosa que un impulso de nuestro corazón.

Pero este asunto lo dejaremos para una próxima entrega para tratar de comprender mejor los conceptos del bien y el mal.

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