domingo, 1 de agosto de 2010

Leyenda y el sol sale para todos

Por: Julio T.

“El sol sale para todos”, con esta frase estamos afirmando la verdad más grande y más importante de lo que imaginamos.

Todos estamos sometidos a las mismas leyes naturales, a las mismas debilidades, sufrimos los mismos dolores, el cuerpo del poderoso se destruye igual que el del menesteroso.

Dios no ha dado a ningún hombre una superioridad natural ni al nacer ni a la muerte, todos somos iguales para él, y desde este punto de vista, Dios nos ha creado iguales en espíritu, es decir, todos los espíritus son iguales.

Pero cada uno de ellos ha vivido más o menos tiempo, por lo tanto, las aptitudes están en función del tiempo vivido, la diferencia surge del grado de experiencia y de la voluntad que se entiende como “libre albedrío”.

Esta es la razón por la que unos se perfeccionan más rápido, adquiriendo aptitudes diversas, la mezcla de aptitudes es necesaria, para que cada uno pueda colaborar en el proyecto divino, en el límite de sus fuerzas físicas e intelectuales.

Es como repartir el trabajo, cada uno de nosotros tiene una misión útil, hemos de aceptar que existen mundos superiores y mundos inferiores, pero ambos mundos son solidarios.

Cuando un espíritu ha progresado ya no desciende, solo puede elegir en estado de espíritu una envoltura más pesada o una posición más baja que la que tuvo, pero solo para que le sirva de enseñanza y le ayude en su progreso.

Las diversas aptitudes del hombre no dependen de la naturaleza íntima de la creación, sino del grado de perfección a que ha llegado en sus diferentes encarnaciones, así que no se puede atribuir a Dios la desigualdad de facultades.

Pero si ha permitido que los distintos grados de desarrollo estuvieran en contacto, tratando de que los más adelantados ayudaran en el progreso de los más atrasados, para que entiendan que unos a otros se necesitan por ley de caridad que los une.

La desigualdad de las clases sociales es hechura del hombre, nada tiene que ver Dios en ese asunto, solo las leyes divinas son eternos, esa desigualdad creada por el hombre se acabará junto con el predominio del orgullo y del egoísmo.

Un día llegará en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios no se mirarán como de sangre más o menos pura, solo el espíritu es más o menos puro y eso no depende de la clase social.

Quienes abusan de la superioridad de su posición social y oprimen al débil para su provecho, serán oprimidos también, porque renacerán en una existencia en que sufrirán todo lo que han hecho sufrir a otros.

La desigualdad de riquezas no surge de la desigualdad de facultades, la riqueza hereditaria puede ser o no puede ser fruto de malas pasiones, habrá que remontarse hasta su origen para constatar, si se adquirió con justicia o no.

La codicia y los secretos para poseer la riqueza solo se entiende en lo personal, pero eso es lo que Dios juzga, y su juicio es más severo que el de los hombres, una fortuna mal adquirida en su origen se puede heredar sin duda.

Queda claro que nadie es responsable del mal que otro hizo y más aún cuando se ignora, pero con mucha frecuencia no le llega la fortuna al hombre, más que para ofrecerle la oportunidad de reparar una injusticia.

¡Dichoso él, si así lo comprende! Y si lo hace en nombre de aquel que la ha cometido, a ambos se les tendrá en cuenta la reparación.

La igualdad absoluta de riquezas es imposible, la diversidad de facultades y características no la permite, sin embargo, existen hombres que creen que este es el remedio de la sociedad.

Quienes así piensan son ambiciosos celosos, no comprenden que la igualdad que sueñan sería destruida en seguida por la fuerza de las cosas, es mejor combatir el egoísmo que la verdadera plaga social y que no se hagan ilusiones.

Cosa distinta es el bienestar que es relativo, y cada quien podría disfrutar de él, si lo entendieran, el verdadero bienestar consiste en el empleo al gusto de cada uno y no en trabajos que no son de su agrado.

Como cada quien tiene habilidades diferentes, ningún trabajo útil quedaría pendiente, todo está equilibrado, el hombre es quien quiere desequilibrarlo, y para entenderse es muy importante que practiquen la ley de la justicia.

La sociedad es a menudo la responsable de la infelicidad y la miseria pero por causa de la mala educación que ha falseado el juicio, en lugar de ahogar las tendencias nocivas.

Las pruebas de infelicidad y pobreza son igual de difíciles, el que tiene se vuelve orgulloso e insaciable y el que no tiene, odia al que tiene y la confrontación no es superable mas que por cada uno de ellos de manera personal.

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