Nunca
asustarse por que no salen bien las cosas, eso no es fatalidad, si así lo
quieren llamar, tampoco es malo, pero no ayuda una actitud así, lo que pasa es
que depende de la elección de la clase de existencia.
Esas
personas, han querido ser probadas por una vida de desengaño, con el fin de
ejercitar su paciencia y su resignación, sin embargo, no deben creer que esa
fatalidad sea absoluta.
Con
frecuencia, eso que llama fatalidad, es el resultado del camino equivocado que
han tomado y que no está en relación con su inteligencia y sus aptitudes.
Es
como querer atravesar un río nadando sin saber nadar, corre mucho peligro de
ahogarse, y lo mismo sucede en la mayoría de los eventos de la vida.
Si
el hombre no compren diera otras cosas que las que están en relación con sus
facultades, llegaría a buen término casi siempre.
Lo
que pierde al ser humano, es su amor propio y su ambición, dos defectos que lo
hacen salir del camino y tomar por vocación el deseo de satisfacer ciertas
pasiones, fracasa y solo es culpa suya.
Debe
admitir y aceptar censurar se a sí mismo, pero prefiere acusar a su estrella,
calificándola de mala estrella.
Cuantos
hubieran sido buenos obreros y se hubieran ganado la vida honrada mente, pero
escogieron ser malos poetas y mueren de hambre.
Todos
tendrían trabajo y bueno, si cada uno hubiera descubierto a tiempo el lugar que
le correspondía en la vida que escogieron al ocupar el cuerpo otorgado.
Muchas
veces las costumbres sociales obligan al hombre a tomar una dirección quizás
equivocada, porque no está sometido a la censura, lo que conocemos como
“respeto humano”.
Entonces,
es fundamental que entendamos que son los hombres los que crean las costumbres
sociales y no Dios, si a ellas se someten, es porque les conviene, lo cual es
un acto de libre albedrío.
¿De
que se quejan entonces? No es a las costumbres sociales a las que deben acusar,
es a su amor propio que los obliga a morir de hambre antes que faltar a ellas.
Nunca
nadie les toma en cuenta ese sacrificio hecho al orgullo, en tanto que Dios les
tomará el de su vanidad.
Esto
no quiere decir que tenga que desafiar se sin necesidad a la opinión pública,
como lo hacen ciertas personas que son más originales que filósofos.
Es
ilógico exponerse a que lo señalen con el dedo, o a que lo miren como un animal
raro, es sabio descender por voluntad propia, cuando no se puede permanecer en
los escalones superiores de la escala social.
Muchas
veces nos preguntamos, ¿De que depende que a unos la suerte les favorece y a
otros no? Quizás se deba a que unos saben hacerlo mejor que otros, pero puede
ser también una clase de prueba.
El
triunfo los puede embriagar y se fían de su destino, pero más tarde pagan esos
mismos triunfos, sufren crueles reveses que con prudencia hubieran podido
evitar.
Algunos
espíritus eligieron cierto tipo de placeres, la suerte que les favorece es una
tentación, el que gana como hombre pierde cómo espíritu, es una prueba para su
orgullo y su ambición.
Parece
que nosotros mismos elegimos las pruebas, mientras más difíciles sean y las
soportemos mejor, mayor es la elevación que obtenemos.
Quienes
pasan la vida en abundancia y en la felicidad humana, son espíritus que
permanecen estacionarios, el número de los infortunados sobrepasa al de los
felices en este mundo.
El
mayor número de los espíritus procuran que la prueba les sea más fructífera,
aprecian con exactitud sus grandezas, la vida más feliz es agitada, aunque solo
sea por la ausencia del dolor.
De
una antigua superstición que relacionaba las estrellas con el destino de cada
hombre, es alegoría que algunas personas cometen al tomar literal mente el
dicho: “nacer con buena estrella”.
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