sábado, 14 de agosto de 2010

Leyenda y libertad de pensar

Por: Julio T.

Se dice que el hombre es responsable de su pensamiento y que solo lo es ante Dios y como solo él puede conocerlo, lo condena o lo absuelve según su justicia.

Mucho se ha escrito sobre la reclusión de un ser humano y al final la coincidencia es que solo el pensamiento es libre, a ese no hay manera de recluirlo, por lo tanto, esa es la verdadera libertad.

La conciencia es un pensamiento íntimo que es propiedad del hombre, por lo tanto, otro hombre no tiene derecho a poner barreras a la libertad de conciencia.

Si el hombre con sus leyes arregla las relaciones de los hombres entre si, Dios con las leyes de la naturaleza arregla las relaciones del hombre ante Dios.

Lo que resulta de poner trabas a la libertad de conciencia, es obligar a los hombres a comportarse de un modo distinto al que piensan, y eso tiene nombre, se llama hipocresía.

La libertad de conciencia es una de las características de la verdadera civilidad y del progreso, cualquier creencia es respetable, cuando es sincera y conduce a la práctica del bien.

Las creencias censurables son las que incitan al mal, pueden censurar por escandalizar acerca de la creencia de los que no piensan como nosotros, pero eso es un atentado a la libertad de pensar.

La pregunta es, si ¿se atenta contra la libertad de conciencia, poniendo trabas a creencias que pueden perturbar a la sociedad? Pero, solo se pueden reprimir las acciones, pero la creencia íntima es inaccesible.

Reprimir los actos externos de una creencia, cuando perjudican en cualquier sentido a otro, no es atentar contra la libertad de conciencia; porque tal represión deja la creencia en completa libertad.

La siguiente pregunta puede ser tan antigua y tan actual que vale la pena su análisis un poco más profundo:

¿se debe, por respeto a la libertad de conciencia, dejar que se difundan doctrinas nocivas, o se puede, sin atentar contra aquella libertad, procurar atraer al camino de la verdad a los que están fuera de él por falsos principios?

La respuesta sería que si se puede y se debe: pero enseñar, siguiendo el ejemplo de cristo, por medio de la dulzura y la persuasión, y no de la fuerza, lo cual sería peor que la creencia de aquel a quien se quisiera convencer.

Si es permitido imponer algo es el bien y la fraternidad.
Pero no creo que el medio de hacerlo admisible sea el de actuar con violencia; la convicción no se impone.

Al paso de los tiempos hemos visto que todas las doctrinas tienen la pretensión de ser la única expresión de la verdad, ¿Qué hacer para reconocer a la que tiene derecho de presentarse en esa forma?

La que busque hacer más hombres de bien y menos hipócritas, siempre será la mejor.

La que practique la ley del amor y la caridad en su mayor pureza y en su más amplia aplicación, será la mejor, así se conocerá que una doctrina es buena.

Cualquiera que busque producir la consecuencia de sembrar la desunión y establecer diferencias entre los hijos de Dios, debe ser considerada falsa y nociva.

Una vez entendido lo anterior, damos paso a uno de los grandes atributos que posee el ser humano: el libre albedrío, que así como tiene la libertad de pensar, tiene la de actuar.

Sin libre albedrío, el hombre sería como una máquina. Pero este asunto requiere de un espacio mayor, por lo pronto, dejaré en el tintero el tema para una próxima entrega.

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