miércoles, 16 de junio de 2010

Leyenda vida, muerte y después

Por: H. Alcalá

La para sicología sostiene que existe un ciclo de vida-muerte, pero, ¿Dónde habitan las almas que han dejado este mundo? ¿Se cuenta el tiempo y la distancia?

Una disciplina afirma que dicho ciclo se mide por 144 años, contados a partir del día de nacimiento de una persona y hasta el día en que vuelve a nacer.

Por ejemplo, si una persona vive 80 años, de acuerdo a esta teoría, habrá de permanecer en ese lugar intermedio los 60 años siguientes para volver a nacer.

Otras disciplinas afirman que, el alma reencarna de inmediato, pero, hay algo en lo que todas las disciplinas parecen ponerse de acuerdo, que el alma puede siempre volver a una existencia nueva que le servirá para purificarse.

Parece que las almas de alguna manera saben muy bien lo que hacen, y piden prolongar o no del estado en que se encuentran, para proseguir ciertos estudios que solo las almas errantes pueden aprovechar.

Parece que existen varios niveles o grados en las almas, entendemos que el estado natural de las almas es estar desprendido de la materia, tomaremos la encarnación como un estado transitorio.

Se afirma que las almas errantes estudian su pasado e indagan los medios de elevarse, observan lo que ocurre en los lugares que recorren, oyen los discursos de los hombres ilustres y las advertencias de las almas elevadas,

Existen personas muy apagadas a este mundo, y que al dejar esta vida, no abandonan todas sus malas pasiones, creen que al abandonar esta forma de vida, se desprenden de ese defecto.

“Como es arriba es abajo”, dice uno de los principios divinos, es decir, como nos movemos en este mundo, así se mueve la sociedad en el otro, solo que sin las necesidades de este ni la materia con la que nos manifestamos.

Solo en ciertos momentos el alma entiende la verdad de que ya no está en el mundo anterior, es por eso que continúa presa de vicios y pasiones durante algún tiempo, hasta que entiende la verdad de su estado actual.

Puede adquirir algún progreso siempre que su voluntad y su deseo así lo determinen, sufren las consecuencias de las pasiones que han conservado, o bien son felices según están mas o menos consientes de la ausencia de materia.

Pueden descubrir lo que falta para ser dichosas y entonces buscan los medios para conseguirlo, el asunto es que no siempre les es permitido reencarnar a su gusto, que a veces se interpreta como castigo.

La consigna es: en vida hacer las cosas bien y con alegría para ser felices, aquí no allá.

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