jueves, 17 de junio de 2010

Leyenda verdad y el amor al prójimo

Por: Julio Torres

Ser bondadoso con todos, tolerar las imperfecciones de los demás y perdonar las ofensas, ese es el sentido de caridad y amor al prójimo.

El amor y la caridad son complemento de la ley de la justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que podemos y que quisiéramos que a nosotros se nos hiciera. Este es el sentido de las palabras: amarse unos a otros como hermanos.

La caridad no es solo la limosna, sino que comprende todas las relaciones que tenemos con nuestros semejantes de cualquier nivel y nos ordena la tolerancia.

Debemos ser tolerantes porque eso nos impide humillar a otro, alguien dijo: “amen a sus enemigos” y claro que, no se puede tener a los enemigos un amor tierno y apasionado, amar a los enemigos es perdonarlos y devolverles bien por mal.

Así se logra colocar por encima de los enemigos, en tanto que la venganza nos convierte en un ser inferior, pero y que pensar entonces, cuando alguien se ve precisado a pedir limosna por la causa que sea, aún siendo o haber sido nuestro enemigo.

El hombre que tiene que pedir limosna se degrada moral y físicamente, en una sociedad basada en la ley y la justicia debe proveerse para dar lo necesario al débil sin humillarlo, debe asegurarse la existencia de los que no pueden trabajar.

La limosna no es censurable, lo censurable es el modo como se hace, el hombre de bien que comprende la caridad y sale al encuentro de la infelicidad, sin esperar que le tiendan la mano.

La verdadera caridad es siempre buena y benévola, y está más en el gesto que en el hecho, un favor hecho con delicadeza tiene doble precio; pero, si se hace con orgullo, puede hacerlo aceptable la necesidad, pero el corazón no se conmueve.

Recuerden también que la ostentación quita todo el mérito al beneficio, alguien dijo: “que tu mano izquierda ignore lo que dé tu mano derecha” con esta actitud aprendemos a no manchar con el orgullo la caridad.

Debemos aprender a distinguir la limosna de la beneficencia, pues no siempre el que pide es el más necesitado, el temor a la humillación retiene al verdadero indigente, y muchas veces sufre sin quejarse.

A este es a quien el hombre en verdad humanitario sabe ayudar sin ostentación.

Amarse los unos a los otros, esa es la ley divina, el amor es la ley de atracción para los seres humanos, debemos ser caritativos, pero no con la frialdad de sacar el dinero del bolsillo y darlo a quien se atreve a pedirlo.

Mejor despreciar la ignorancia y el vicio, y enseñar al que no sabe con tolerancia y amor.

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