miércoles, 20 de abril de 2011

Leyenda y la fe suprema

Por: Julio Torres

La reflexión sobre la palabra fe, o el concepto sobre la fe, me hizo recordar algo que leí hace muchos años y dice más o menos así:

Había una vez un hombre rico y poderoso que contaba con una joya muy valiosa, se trata de un anillo muy bello, y para exaltar su valor y su belleza, lo heredó a sus descendientes.

La orden en esa herencia fue que cuando él muriera, el hijo que lo mereciera por sus actos,  integridad y  buena voluntad además de su sentido del deber, sería el custodio de la joya.

Por lo tanto, a ese hijo se le respetaría en todo y por todo, de tal suerte que el anillo fue heredado de generación en generación, hasta que un día llegó a manos de un gran hombre, quien tenía tres hijos igualmente maravillosos.

Los hijos que conocían la historia del anillo, deseaban ser el mejor cada uno de ellos para recibir en herencia el anillo maravilloso cuando su padre falleciera.

El padre, preocupado por no poder elegir entre sus hijos, que eran igual de íntegros, en total secreto mando hacer dos anillos iguales al original, de manera que ni siquiera él pudiera saber cual era el original.

Cuando el padre estaba a punto de morir, secretamente le hizo entrega a cada uno de sus hijos un anillo, y ellos, después de la muerte de su padre, tras obtener la herencia y el honor  lo negaron a los otros.

En testimonio de su derecho, mostraron los anillos y los vieron tan parecidos entre si, que nunca pudieron saber cual era el anillo original, entonces, todo quedó en suspenso.

Lo curioso es que continúa en suspenso, podemos compararlo con las religiones, cada religión tiene su herencia y su verdadera ley, cuyo mandamiento se cree obligado a cumplir.

La verdadera religión es la que transmite la fe, que es lo que alimenta el corazón, lo que emociona, lo que da fuerzas, pase lo que pase, esa fe es propiedad de cada ser humano.

Si se esta vacío por dentro, nada ni nadie puede llenar ese vacío, si quien percibe ese vacío no permite que entre la fe, nadie lo puede lograr, todos necesitamos  tener una  cuota de fe, pues, sin fe, no existe felicidad duradera.

La fe crea confianza, proporciona paz mental y libera la mente de las dudas y de las preocupaciones, de los miedos, la angustia y la ansiedad.

Aunque parece común que después de tener fe, se pierda ante el primer obstáculo, pero si se trata de una fe, con toda la firmeza posible, nunca se pierde, pase lo que pase, la fe sostiene.

Es común atribuirle toda la responsabilidad a Dios, pero se debe tener confianza en si mismo, justamente porque todos somos una parte, aunque sea muy pequeña, de ese dios.

Lo que significa la verdadera religión, es la que difunde y practica el amor, la solidaridad y la caridad hacia el prójimo, pues, cada una de las religiones que tienen estas características pertenece a una cara de un diamante.

Entre todas forman el gran diamante completo y entre todas completan la verdad absoluta, cada religión tiene una parte de  verdad y un mismo Dios, aunque tenga nombres diferentes.

Siempre hay un Dios que ama a las personas sin distinciones, y ese Dios nos da virtudes para llegar a él, una de las virtudes es tener la posibilidad de elevar el alma a través de la oración.

No se trata de repetir una y otra vez la misma oración palabra por palabra, sin pensar lo que se dice, la única oración que llega, es la que se hace elevando el pensamiento y el alma.

Habla con tu Dios como si fuera tu amigo, o tu padre o tu hermano, cuando se reza poniendo todos los sentidos y sentimientos a Dios como objetivo, seguro que te escucha, y cuando meditas,  escuchas a Dios.

Este es el verdadero acto de fe, esta es la fe suprema.

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