viernes, 1 de octubre de 2010

Leyenda y el curso de la novela

Por. Julio Torres.->Subscribe a mi blog, es gratis.

Mi amigo Diego el español y yo, iniciamos una amistad muy especial, porque para dialogar se necesitaba la colaboración de mi amiga que prestaba su cuerpo y él comenzaba a hablar.

Como quedó establecido en el artículo anterior, a partir de la identificación de Diego y yo por medio de meditaciones con mi amiga con esa facultad, todo comenzó a cambiar.

Mi novela era una historia de mujeres maduras que en su primera juventud, habían sido compañeras de la escuela secundaria y un día una de ellas se dio a la tarea de reunirlas en su casa.

Condición indispensable fue que asistieran sin pareja, ya fuera esposo, amante o simple amigo, de manera que trataban de regresar a esos años maravillo sos de la adolescencia y disfrutar aquellos momentos.

Si han leído los artículos anteriores, recordarán que Diego gustaba de disfrutar una copa de tequila durante la meditación y ahora mientras trabajábamos en la novela me pedía esa copa con mayor frecuencia.

La señora que se prestaba como médium en estas reuniones, se quejaba del tremendo sabor que dejaba el tequila después de la meditación, pero siempre estuvo dispuesta a resistir para ayudarnos.

Cuando llegué a un punto de la novela que había escrito meses antes, donde una de las mujeres tomó copas más de la cuenta y afloraron sentimientos que le hizo perder la compostura.

Comenzó por insultos a dos de ellas y fueron en aumento hasta llegar a maldecir las, de inmediato Diego me dijo que debíamos suprimir ese pasaje, que los malos deseos siempre acarrean algún tipo de desgracia.

Me indica que las maldiciones son simples relatos de ficción carentes de cualquier base real, que no resisten el método científico, se desmoronan con facilidad.

Como la maldición es el deseo de algún tipo de desgracia, infortunio o adversidad, siempre se sustenta en el llamado a una fuerza sobrenatural y supone que existen poderes superiores.

Esto puede resultar peligroso, porque la mente o el pensamiento es tan poderoso que es capaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos digamos que de manera mágica.

Diego toma como ejemplo lo siguiente: cuando alguien se encuentra enojado en exceso, por sistema va a tratar de maldecir cuanto está frente a él, y muchas veces invoca a los demonios.

Demonios que la persona que está enojada fabrica con su mente y cuando las cosas suben de intensidad parece que uno mismo crea esos demonios y ellos simplemente dice: aquí estoy.

El antónimo de los demonios es la idea de la bendición, ella representa el deseo de algo sobrenatural, que propicie buena fortuna, felicidad y amor entre las personas.

Diego me dice: no tiene caso que te desgastes creando conflictos en el terreno de los malos deseos, busca que los seres humanos sean felices y que aunque luchen mucho tiempo por conseguir la felicidad, la recompensa vale la pena.

Esas palabras pronuncia das por una voz que ya no pertenece a este mundo impactan de manera fulminante, nunca pensé recibir un “regaño” tan sutil como el que Diego me propinó.

La profunda relación que existe entre estos conceptos, me dice, se confirma con la con la comparación etimológica, pues los dos conceptos proceden del latín.

Bendecir, quiere decir que se desea el bien y maldecir es desear el mal, pero ambas acciones se sitúan en el terreno de las creencias y ninguna resiste el examen científico.

Esto es como ocurre con el fenómeno religioso que pertenece al terreno de los actos de fe, pero las bendiciones forman parte de  de un conjunto más articulado que las maldiciones.

Creo que las maldiciones nos envían a una religiosidad más primitiva, y remata Diego con esta idea: con las maldiciones ocurre lo mismo que si le dieras a un niño una metralla poderosa.

El niño no se daría cuenta en realidad a quien le quitaría la vida al hacer los disparos, así que cambia ese pasaje de tu novela, y un tanto molesto se despidió.

Algunas horas después, entendí que Diego estaba quizás colocado en un lugar de privilegio en ese “arriba, al lado o abajo”, no lo se, pero aquí entendí el principio “como es arriba, es abajo”

Muchas fueron las enseñanzas de Diego y mucho me han ayudado sus pláticas en la vida después de conocerlo en voz por lo menos, sería muy largo narrar todo lo que me enseñó.

En próximos reportajes espero recordar fielmente algunos otros, mientras tanto en el próximo hablaré de las maravillas que ejecutó un médico que se identificó como Francisco.

Desde luego que no publicaré datos de ninguna especie por razones que espero comprendan, pero recuerden que solo estoy escribiendo experiencias vividas, gracias, espero sean de su agrado.

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