domingo, 24 de julio de 2011

Volver a empezar


Julio torres:

Tratar de conocer el futuro, resulta igual que escuchar el relato de una película que no hemos visto, y si nos describen el final, de plano ya no la vamos a ver, lo que resulta de mal gusto.

Tal vez si fuera posible conservar un registro minucioso de todo lo hecho en una vida anterior, nuestra estancia en la vida presente sería muy fácil y de gran provecho si nos fuere permitido recordar al pie de la letra cada pasaje anterior, se cometerían menos errores.

Puedo afirmar que en verdad las cosas cambian con o sin el conocimiento del futuro, las experiencias serán diferentes y eso creo es lo que hace maravilloso cada instante de la vida presente.

Todo camino tiene preparada una nueva esperanza, muchas veces no sabemos que es lo que estamos esperando, pero durante la espera ocurren eventos que mantienen ilusiones que tal vez es lo que nos invita a sentirnos vivos.

La vida sigue estando en mí y en mi alma, casi nunca nos damos cuenta que es nuestra alma la que vive las experiencias y que las hacemos accionar simplemente con el cuerpo que hemos recibido al nacer con sus aciertos y debilidades.

No se entiende la razón de algunos sabios que aseguran que la vida es sufrimiento, si todo lo que nos ocurre contiene un paquete de alegrías que se mantienen con equilibrio por algunas tristezas.

Creo que así debe ser la vida, alegrías y tristezas para mantener un equilibrio congruente con el proyecto divino del cual emanamos y que no puede estar equivocado.

Cuantas veces hemos manifestado que si volviéramos a nacer, tomaríamos los acontecimientos con otra filosofía, como lo indican los grandes maestros que siempre nos regalan su gran sabiduría.

La vida es un acontecer de situaciones, cada una es trascendente por si misma, aceptamos lo que no podemos cambiar y nos adaptamos a lo que nos toca vivir, lo cual nos conduce a valorar mejor las situaciones agradables.

Muchas de esas situaciones resultan placenteras, por pequeñas que sean y las guardamos en algún lugar de nuestro corazón, para ser felices y evitar sentir sufrimiento para vivir en plenitud.

Muchas veces he pensado que si me encontrara con Dios y me pidiera elegir como debe ser la vida que deseo, pienso que no sabría que manifestar, lo más seguro es que le diría que acepto lo que él disponga.

Si él me ofreciera un certificado de garantía en el que se decretara que mi vida estaría llena de cosas positivas, que todo fuera de acuerdo a mi voluntad lo más seguro es que no sabría como obtener la felicidad.

Tal vez ni siquiera podría valorar como debe ser mi felicidad, simplemente porque no me costaría trabajo conseguir esa felicidad o tal vez ni siquiera podría entender cuando sería feliz y cuando no.

Lo que conseguimos con facilidad es claro que nunca es valorado en su exacta dimensión, porque carece del factor experiencia y el factor error y me perdería el aprendizaje del arte de vivir.

Es posible que le pediría mejor la gracia de obtener la capacidad que no enseñan los padres ni los maestros en la escuela, la capacidad de entender cada problema como una oportunidad nueva para crecer, aunque sea dolorosa.

Le pediría permitirme crecer para madurar, aprender, sentir y como éxito personal solo le pediría la oportunidad de volver a empezar y volver a empezar cuantas veces sea necesario.

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