lunes, 30 de agosto de 2010

Leyenda justicia y derechos

Por: Julio T.

La justicia y los derechos naturales no son adquiridos, son naturales, cualquiera se molesta ante una injusticia, el progreso moral desarrolla sin duda ese sentimiento, pero no lo produce.

Dios lo ha puesto en el corazón del hombre, y por eso encuentran con frecuencia en hombres sencillos e incultos nociones más exactas de la justicia que en los más instruidos.

Sin embargo, algunos hombres lo entienden de manera distinta, uno encuentra justo lo que a otro le parece injusto, y es que con ese sentimiento se mezclan con frecuencia pasiones que lo modifican.

La mayoría de los sentimientos naturales resultan modificados por las pasiones y los vicios, y eso provoca que las cosas se vean desde un punto de vista equivocado.

Debemos recordar siempre que, la justicia se define como el respeto de los derechos de cada quien, pero, ¿Qué cosas determinan esos derechos?

Son dos cosas las que determinan esos derechos, una la ley humana y la otra la ley natural.

Los hombres hacen leyes apropiadas a sus costumbres y características, esas leyes han establecido derechos que han podido cambiar con el progreso de humanidad.

Las leyes actuales, aunque imperfectas, parecen abarcar todos los derechos, pero que pensaría un hombre de la edad media si se tuviera que ajustar a las leyes presentes.

A nosotros nos parecen perfectas las de este tiempo y nefastas las de la edad media, pero las de entonces parecían justas y naturales para ellos en ese tiempo.

El derecho establecido por los hombres no siempre está con la justicia, reglamenta solo ciertas relaciones sociales, mientras, en la vida privada, existe una cantidad de actos, que solo competen al tribunal de la conciencia.

“Querer para otros lo que quisiéramos para nosotros mismos”

Dios ha depositado en el corazón del hombre la regla de la verdadera justicia, por el deseo que siente cada uno de ver que se le respetan sus derechos.

En la incertidumbre de lo que debe hacer con respecto a su semejante, el hombre debe preguntarse como quisiera que se portaran con él, la mejor guía va a ser su conciencia.

El verdadero criterio de la justicia es el querer para los demás lo que se quiere para si mismo, y no el de querer para sí mismo lo que se quiere para los demás, lo cual no es lo mismo como no es natural desearse mal.

Tomando como punto de partida nuestro deseo personal, estamos seguros de querer siempre el bien para el prójimo, es el deseo personal para que prevalezca el derecho.

La necesidad del hombre es vivir en sociedad y la obligación primera es respetar los derechos de sus semejantes, quien los respete será siempre justo.

En nuestro mundo, donde tantos hombres no practican la ley de la justicia, cada uno usa represalias con lo que produce confusión de la sociedad, la vida social da derechos e impone deberes recíprocas.

Los derechos naturales son iguales para todos los hombres, desde el más pequeño al más grande, nadie está hecho de mejor barro que otro, esos derechos son eternos.

El hombre establece derechos que alguna vez desaparecen, por otra parte, cada quien conoce muy bien su fuerza o debilidad y sabrá siempre tener una especie de deferencia hacia aquel que merecerá por su virtud y su ciencia.

Para quienes se crean superiores, deben conocer los deberes para merecer esa deferencia, se subordinan y no se verán en compromiso, cuando la autoridad sea otorgada a la sabiduría.

El carácter del hombre que practica la justicia en toda su pureza es del verdadero justo, porque practicaría el amor al prójimo y la caridad, sin eso, no existe verdadera justicia.

domingo, 29 de agosto de 2010

Leyenda y la inteligencia del hombre

Por: Julio T. La fuerza del destino es lo que muchas veces confunde al ser humano cuando las cosas no salen como las tenía previstas, pero, ¿La responsabilidad donde queda?, y ¿La inteligencia?

Si tal idea fuera verdadera, de seguro sería la destrucción de cualquier libertad moral, no existiría responsabilidad para el hombre, ni bien ni mal, ni crímenes ni virtudes.

Dios no podría castigar a su criatura por faltas que no dependía de ella dejar de cometer, ni recompensa por las virtudes, ese mérito no le correspondería de manera alguna.

Semejante ley le sería además la negación del progreso, porque el hombre que todo lo espera de la suerte, nada intentaría para mejorar su posición, no sería de mejor o peor condición.

Sin embargo, la palabra fatalidad no está hueca, existe en la posición que el hombre ocupa en la tierra y en las funciones que desempeña, es a la clase de existencia que su espíritu eligió como prueba.

Puede ser también, expiación o misión, sufre fatalmente todas las vicisitudes de esa existencia y todas las tendencias buenas o malas que le son inherentes.

Pero hasta aquí llega la fatalidad, porque todo depende de su voluntad, el ceder o no a aquellas tendencias.

Los detalles de los sucesos están subordinados a las circunstancias que el hombre provoca por si mismo en sus actos, y en los cuales pueden influir los espíritus por medio de los pensamientos que le sugieren.

Así que la fatalidad consiste en los sucesos que se presentan, ya que son consecuencia de la elección de la existencia hecha por el espíritu.

En función de la muerte, el hombre está sometido de un modo absoluto a la inexorable ley de la fatalidad, porque no puede hacer a un lado el fallo que fija el término de su existencia, ni el tipo de muerte.

En la creencia popular, el hombre toma en sí mismo todos sus instintos, éstos provienen de su forma física, de la que no puede ser responsable o de su naturaleza y justificar que el ser como es no es culpa suya.

Es evidente que es más moral la doctrina espiritista, ya que admite en el hombre el libre albedrío en toda su plenitud, y al decirle que, si hace mal, cede a una mala sugestión extraña.

Deja toda la responsabilidad a él, y le reconoce fuerza para resistirla, lo que es más fácil que si tuviera que luchar contra su propia naturaleza.

Según la doctrina espiritista, no existe solicitud irresistible, el hombre puede negarse a la voz interna que le solicita el mal, así como se niega a la voz material de quien le habla.

Vale recordar en este momento la frase: “Y no nos dejes caer en la tentación, mas librarnos del mal”

Esta teoría de la causa que incita nuestros actos se desprende de toda la enseñanza dada por los espíritus, no solo es sublime por su moralidad, sino que añadimos que ensalza al hombre.

Lo presenta libre de sacudir un yugo opresor, como libre es de cerrar su casa a los importunes, no es una máquina que actúa por un impulso independiente de su voluntad, sino un ser dotado de razón que escucha.

El hombre no queda privado de iniciativa, solo es un espíritu encarnado que conserva bajo su envoltura corporal, las cualidades buenas o malas que poseía como espíritu.

Las faltas que cometemos se originan en la imperfección de nuestro espíritu, que no consigue al momento la superioridad moral que tendrá algún día, pero que posee por ello el libre albedrío.

La vida corporal le es otorgada para que expíe sus imperfecciones por medio de las pruebas que sufre, y esas imperfecciones son lo que lo hace más débil y accesible a los espíritus imperfectos.

Habrá que empezar una nueva prueba, mientras más se purifica, más disminuyen sus lados vulnerables, su fuerza moral crece en proporción de su elevación y los malos espíritus se alejan de él.

La inteligencia es pues, el mejor atributo del hombre para conducirse en este y en el otro plano de vida, pero habremos de entender que todos los espíritus más o menos buenos, forman la especie humana.

viernes, 27 de agosto de 2010

Leyenda y las acciones del hombre

Por: Julio T.

El asunto del libre albedrío puede resumirse como sigue: El hombre no es fatalmente arrastrado al mal, los actos que realiza no están escritos de antemano, loa crímenes que comete no son resultado de un fallo del destino.

Prueba de ello es que puede elegir una existencia y experimentar tentaciones de crimen, a consecuencia del medio en que esté colocado o en virtud de las circunstancias que se presenten.

Pero siempre es libre de actuar o de no hacerlo, el libre albedrío existe en el estado de espíritu para la elección de la existencia y de las pruebas, y en estado corporal en la facultad de ceder o resistir las tentaciones.

A la educación toca combatir esas malas tendencias, y será provechosa cuando esté basada en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre.

Mediante el conocimiento de las leyes que rigen esa naturaleza moral, se llegará a modificarla, como a la inteligencia por medio de la instrucción y al carácter por medio de la moral.

El espíritu desprendido de la materia y en estado errante, elige sus futuras existencias corporales según el grado de perfección a que ha llegado, en esto consiste su libre albedrío.

Esa libertad no queda anulada por la reencarnación; si cede a la influencia de la materia, es porque no supera las pruebas que él mismo ha elegido, y para que le ayuden a dominarlas, puede invocar la asistencia de Dios y de los espíritus buenos.

Sin libre albedrío el hombre no tiene culpa del mal, tampoco mérito por el bien, lo que se reconoce en todo caso, que en el mundo se proporciona siempre la censura o el elogio a la intención, voluntad es libertad.

El hombre no puede buscar excusa para sus faltas en su organismo, sin renunciar a su razón y a su condición de ser humano para ser semejante a los animales.

Si eso ocurriera con respecto al mal, lo mismo sucedería con respecto al bien, de ninguna manera debemos olvidar que el más bello de los privilegios de nuestra especie es la libertad de pensar.

La fatalidad, en la manera como se comprende, supone la decisión anticipada e irrevocable de todos los sucesos de la vida, cualquiera que sea su importancia.

Si este fueras el orden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad, ¿De que serviría sin inteligencia, ya que estaría dominado en todos sus actos por la fuerza del destino?.

Si tal doctrina fuera verdadera, sería la destrucción de cualquier libertad moral, no existiría responsabilidad para el hombre, y por lo mismo, ni bien ni mal, ni crímenes ni virtudes.

Dios que es soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas que no dependía de ella dejar de cometer, ni recompensar por virtudes, cuyo mérito no le correspondería.

Semejante ley, sería la negación de la ley del progreso, porque el hombre que todo lo espera de la suerte, nada intentaría para mejorar su posición, ya que no sería ni de mejor ni de peor condición.

Es indudable que resultaría maravilloso si todos nuestros problemas o conflictos la suerte los pudiera solucionar, pero, lo que claro es que estamos hechos para resolver problemas, así quedó estipulado por la divinidad.

No es casual que desde el momento en que nacemos, cuando somos expulsados del jardín del edén, o sea, del vientre materno, el primer problema a resolver es el económico, o sea el alimento.

Luego será el problema social, de la forma como logremos resolverlo, es como habremos de disfrutar o padecer la vida en sociedad que nos espera a lo largo de nuestra vida.

Finalmente tendremos que resolver los problemas sexuales a que haya que enfrentarse, buenos y malos, placenteros o contrarios, pero lo que es cierto es que la inteligencia es quien nos ayudará a resolverlos.

¿Tendrá acaso algo que ver con la frase conocida: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”?

domingo, 22 de agosto de 2010

Leyenda y el porvenir oculto

Por: Julio T

Lo desconocido es siempre motivo de fascinación y es por eso que me he propuesto hablar un poco en este reportaje de lo que he encontrado en esa materia y lo hago extensivo a ustedes, espero sea de su agrado.

Se dice que en principio el futuro está oculto para nosotros y que solo en casos raros y excepcionales Dios permite su revelación, pero yo quiero saber porqué.

Si el hombre conociera el futuro, descuidaría el presente y no actuaría con la misma libertad, porque lo dominaría la idea de que si una cosa tiene que suceder, no debe ocuparse de ella, o procuraría estorbarla.

Dios no ha querido que así sea, el caso es que cada quien contribuya a la realización de las cosas, incluso de aquellas a las que quiera oponerse.

La magia es que cada uno de nosotros preparamos a menudo, y sin sospecharlo, los acontecimientos que tendrán lugar durante el transcurso de nuestra vida.

En ciertos casos, Dios permite el conocimiento anticipado, pero solo cuando debe facilitar en lugar de estorbar el éxito de algo, induciendo a actuar de manera distinta y quizás como prevención.

También puede tratarse de una prueba, la perspectiva de un evento puede sugerir pensamientos más o menos buenos.

Si alguna persona debe saber, por ejemplo, que recibirá una herencia con que no contaba, podrá ser invadido por el sentimiento de codicia, y por el placer de aumentar sus goces terrenales.

Puede hasta anhelar la muerte de aquel que ha de legar la fortuna, por el deseo de poseer lo más pronto posible aquello que ha deseado poseer quizás sin merecerlo.

También puede ocurrir que semejante perspectiva le despierte buenos sentimientos y pensamientos generosos, que quizás eso sería lo más deseable, por el bien de la persona agraciada.

¿Si la predicción no se cumple? , seguro que se trata de otra prueba, la del modo cómo sobrellevar el desengaño, pero no dejará por eso de tener mérito o demérito de los pensamientos buenos o malos propiciados.

Surge la pregunta, ¿Cuál es entonces la necesidad de esa prueba, pues con respecto a esa persona, nada puede enseñarle a Dios que no sepa?, Dios lo sabe todo, sabe si sucumbirá o no a una prueba.

¿Valdría la pena preguntar por qué Dios no ha creado al hombre perfecto y completo?, ¿ Por qué el hombre pasa por la infancia antes de ser adulto?

El objeto de la prueba no es la de instruir a Dios sobre tal o cual persona, sino el dejarle toda la responsabilidad de su acción a esa persona, ya que es libre de ejecutarla o no ejecutarla.

Se trata de que toda persona pueda elegir entre el bien y el mal, la prueba produce el efecto de ponerla en la lucha contra la tentación del mal, dejándole todo el mérito de la resistencia.

Aunque Dios sepa muy bien de antemano si la persona triunfará o no, en su justicia no puede ni castigarlo, ni compensarlo por un acto que aún no realiza.

Sucede igual entre los hombres, por capaz que sea un aspirante, cualquiera que sea la certeza que se tenga de que triunfará, no se le confiere grado alguno sin examen, es decir, sin prueba.

De la misma manera el juez no condena al acusado sino en virtud de un hecho consumado, y no por previsión de que puede o debe ejecutarlo.

Mientras más se reflexiona sobre las consecuencias que resultarían para el hombre del conocimiento del futuro, más se comprende la sabiduría de la providencia en ocultarlo.

La certeza de un evento feliz lo sumiría en la inacción, y en un evento inverso sería infeliz y en ambos casos quedarían paralizadas sus fuerzas.

Ese es el argumento por el cual el futuro no es revelado a las personas, deben entender que todo lo deben alcanzar con su esfuerzo, pero siempre ignorando la serie de peripecias por las que ha de pasar para lograrlo.

El conocer todos los accidentes del camino les privaría de iniciativa y del uso del libre albedrío, y se deslizarían por la pendiente fatal de los sucesos, sin ejercer sus facultades.

Si el hombre conociera el futuro, descuidaría el presente.

sábado, 21 de agosto de 2010

Leyenda y la mala estrella


Nunca asustarse por que no salen bien las cosas, eso no es fatalidad, si así lo quieren llamar, tampoco es malo, pero no ayuda una actitud así, lo que pasa es que depende de la elección de la clase de existencia.

Esas personas, han querido ser probadas por una vida de desengaño, con el fin de ejercitar su paciencia y su resignación, sin embargo, no deben creer que esa fatalidad sea absoluta.

Con frecuencia, eso que llama fatalidad, es el resultado del camino equivocado que han tomado y que no está en relación con su inteligencia y sus aptitudes.

Es como querer atravesar un río nadando sin saber nadar, corre mucho peligro de ahogarse, y lo mismo sucede en la mayoría de los eventos de la vida.

Si el hombre no compren diera otras cosas que las que están en relación con sus facultades, llegaría a buen término casi siempre.

Lo que pierde al ser humano, es su amor propio y su ambición, dos defectos que lo hacen salir del camino y tomar por vocación el deseo de satisfacer ciertas pasiones, fracasa y solo es culpa suya.

Debe admitir y aceptar censurar se a sí mismo, pero prefiere acusar a su estrella, calificándola de mala estrella.

Cuantos hubieran sido buenos obreros y se hubieran ganado la vida honrada mente, pero escogieron ser malos poetas y mueren de hambre.

Todos tendrían trabajo y bueno, si cada uno hubiera descubierto a tiempo el lugar que le correspondía en la vida que escogieron al ocupar el cuerpo otorgado.

Muchas veces las costumbres sociales obligan al hombre a tomar una dirección quizás equivocada, porque no está sometido a la censura, lo que conocemos como “respeto humano”.

Entonces, es fundamental que entendamos que son los hombres los que crean las costumbres sociales y no Dios, si a ellas se someten, es porque les conviene, lo cual es un acto de libre albedrío.

¿De que se quejan entonces? No es a las costumbres sociales a las que deben acusar, es a su amor propio que los obliga a morir de hambre antes que faltar a ellas.

Nunca nadie les toma en cuenta ese sacrificio hecho al orgullo, en tanto que Dios les tomará el de su vanidad.

Esto no quiere decir que tenga que desafiar se sin necesidad a la opinión pública, como lo hacen ciertas personas que son más originales que filósofos.

Es ilógico exponerse a que lo señalen con el dedo, o a que lo miren como un animal raro, es sabio descender por voluntad propia, cuando no se puede permanecer en los escalones superiores de la escala social.

Muchas veces nos preguntamos, ¿De que depende que a unos la suerte les favorece y a otros no? Quizás se deba a que unos saben hacerlo mejor que otros, pero puede ser también una clase de prueba.

El triunfo los puede embriagar y se fían de su destino, pero más tarde pagan esos mismos triunfos, sufren crueles reveses que con prudencia hubieran podido evitar.

Algunos espíritus eligieron cierto tipo de placeres, la suerte que les favorece es una tentación, el que gana como hombre pierde cómo espíritu, es una prueba para su orgullo y su ambición.

Parece que nosotros mismos elegimos las pruebas, mientras más difíciles sean y las soportemos mejor, mayor es la elevación que obtenemos.

Quienes pasan la vida en abundancia y en la felicidad humana, son espíritus que permanecen estacionarios, el número de los infortunados sobrepasa al de los felices en este mundo.

El mayor número de los espíritus procuran que la prueba les sea más fructífera, aprecian con exactitud sus grandezas, la vida más feliz es agitada, aunque solo sea por la ausencia del dolor.

De una antigua superstición que relacionaba las estrellas con el destino de cada hombre, es alegoría que algunas personas cometen al tomar literal mente el dicho: “nacer con buena estrella”.

jueves, 19 de agosto de 2010

Leyenda y el resto de la fatalidad

Por: julio T.

Los hombres que desafían los peligros en los combates, convencidos de que aún no ha llegado su hora, parece que tiene un fundamento por medio del presentimiento o una creencia.

El hombre tiende a presentir su muerte, de acuerdo a experiencias escritas y recabadas, pero también puede presentir que no morirá aún, pero ese presentir, procede de sus espíritus protectores.

Los espíritus protectores siempre están atentos a todo evento por venir, esa es parte de la encomienda y ni dudar que quieren avisarle que esté preparado para partir.

Fortalecen su ánimo en los momentos en que más lo necesita, puede surgir también de la intuición que tiene de la existencia que ha elegido o de la misión que aceptó y que sabe que debe cumplir.

Hay quienes presienten su muerte, es el hombre y no el espíritu quien teme a la muerte y el que la presiente piensa más como espíritu que como hombre, comprende su liberación y espera tranquilo.

Me pregunto si la muerte no puede ser evitada, ¿sucederá lo mismo con los accidentes que tenemos durante el transcurso de la vida?

La respuesta que encontré fue que con frecuencia son cosas muy pequeñas para que podamos prevenirlas y evitarlas en ocasiones, lo que pasa es que nos disgusta el sufrimiento material.

Esas cosas importan poco a la vida que se ha elegido, la fatalidad solo consiste en la hora en que debemos aparecer y desaparecer de la tierra.

Hay cosas que deben suceder por fuerza, pero en estado de espíritu, las vieron y presintieron cuando hicieron su elección, sin embargo, que no se piense que todo lo que sucede está escrito, como se dice.

Un evento es a menudo consecuencia de una cosa que han hecho por un acto de su libre voluntad, de modo que, si no lo hubieran hecho, el evento no hubiera tenido lugar.

Lastimarse un dedo es solo consecuencia de una imprudencia de la materia, solo los grandes dolores y eventos importantes que pueden influir en la moral, están previstos por Dios, porque son útiles para nuestra evolución.

El hombre puede, mediante su voluntad, lograr que algunas cosas que debían suceder, no sucedan y viceversa, pero solo si esa desviación aparente puede entrar en la vida que ha elegido.

Para hacer el bien, como debe ser, y como este es el único objeto de la vida, puede impedir el mal, sobre todo aquel que podría causar un mal mayor.

Un ser humano que elige una vida de lucha, corre el riesgo de matar a uno de sus semejantes, pero ignora si lo hará, casi siempre delibera antes de cometer el crimen, y aquel que delibera sobre algo es siempre libre de hacerlo o no hacerlo.

Si el espíritu supiera desde antes que, como hombre, deberá cometer un asesinato, sería porque estaba predestinado para ello.

Es bueno saber entonces, que nadie está predestinado para un crimen, y que todo crimen o cualquier otro acto es siempre resultado de la voluntad y del libre albedrío.

Por otra parte, siempre se confunden dos cosas muy diferentes: los eventos materiales de la vida y los actos de la vida moral.

Si existiera la fatalidad en ocasiones, sería con respecto a aquellos eventos materiales cuya causa está fuera de nosotros y que son independientes de nuestra voluntad.

En cuanto a los actos de la vida moral, siempre son realizados por el hombre que tiene la libertad de elegir, con respecto a estos actos, nunca existe la fatalidad.

Existen individuos a quienes nada les sale bien y a quienes parece que persigue un genio malo en todo lo que hacen, ¿Será acaso esto lo que se puede llamar fatalidad?

Lo trataremos en la siguiente entrega, gracias.

martes, 17 de agosto de 2010

Leyenda y la fatalidad

Por: Julio T.

Se dice que hay fatalidad en los acontecimientos de la vida, según el sentido dado a aquella palabra, es decir, todos los sucesos están determinados desde antes, y si es así, ¿Qué objeto tiene el libre albedrío?

La fatalidad existe sólo en virtud de la elección que ha hecho el espíritu al encarnarse, de pasar tal o cual prueba, y hablo de las pruebas físicas, porque en función de las pruebas morales es otra cosa.

El espíritu conserva su libre albedrío en el bien y en el mal, siempre es dueño de ceder o de resistir, y un espíritu bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda, pero sin influir hasta el punto de dominar su voluntad.

Un espíritu malo o inferior, le muestra y exagera un peligro físico, que puede conmover lo y hasta espantarlo, pero no dejará por ello de quedar libre de todo obstáculo a la voluntad del espíritu encarnado.

Pareciera que algunas personas resultan excelentes candidatos para que les persiga la fatalidad, pero independiente de su manera de actuar, ante eso, pensemos que quizás son pruebas que deben pasar.

Muchas veces se culpa al destino lo que a menudo no es más que una consecuencia de su propia falta, cuando afloran los males, es bueno procurar que la conciencia esté pura, no importa que sea un consuelo a medias.

Las ideas falsas o correctas que nos formamos de las cosas, nos hacen triunfar o sucumbir según nuestro carácter y posición social.

Encontramos más sencillo y menos humillante a nuestro amor propio atribuir nuestros descalabros a la suerte o al destino que a nuestra propia falta.

Si en ocasiones contribuye a ello la influencia de los espíritus, podemos siempre hacer a un lado la influencia, rechazando las ideas que nos sugieren, cuando son malas.

Algunas personas se libran de un peligro mortal para caer en otro, y parece que no pueden escapar de la muerte y la mayor parte de las veces se califica como fatal, pero no es así.

Solo es fatal, en el verdadero sentido de la palabra, el momento de la muerte, llegado el cual, ya sea por uno u otro medio, no pueden hacerlo a un lado.

Esto indica que, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, no moriremos si no ha llegado nuestra hora, y de ello existen miles de ejemplos, pero llegada la hora de partir, nada se puede hacer para evitarlo.

Dios sabe desde antes de qué clase de muerte sucumbirán, y a menudo también lo sabe el espíritu de cada quien, porque le es revelado, cuando elige tal o cual existencia.

Se entiende, por lo inevitable de la hora de la muerte, que son inútiles las precauciones que se toman para no morir, pero esas precauciones son sugeridas con el fin de evitar la muerte que amenaza.

Lo anterior es uno de los medios para que no suceda la muerte, el peligro que nuestra vida corre, es una advertencia que nosotros mismos hemos deseado.

Puede ser con el fin de alejarse del mal y volvernos mejores, y cuando nos libramos de ese mal, estando todavía bajo la influencia del peligro que hemos corrido y se piensa más o menos con decisión.

Según la acción, característica de los espíritus buenos, hacerse mejor de lo que son, y al venir los espíritus malos nos imaginamos que saldremos ilesos igual que en otros peligros y dejamos que las pasiones se desenfrenen.

Por medio de los peligros que corremos, Dios nos recuerda la debilidad y la fragilidad de nuestra existencia, si se examina la causa y naturaleza del peligro, veremos, que la mayoría de las veces es castigo.

Y ese tipo de castigo se debe a una falta cometida o de un deber descuidado, de este modo Dios nos amonesta para encontrarnos y corregirnos.

No es necesario que el espíritu sepa desde antes la clase de muerte que vamos a experimentar, solo sabe que el tipo de vida que hemos elegido cada uno de nosotros determina el modo de morir.

Pero también sabe de las luchas que habrá de sostener para evitarlo, y que, si dios lo permite, no morirá tan fácilmente.

Como el tema es bastante largo, pues, me faltan varios aspectos muy importantes sobre ese concepto llamado fatalidad, he decidido dividirlo en dos partes y la segunda quedará lista dentro de dos días.

Mientras tanto, gracias por aceptar este tema.

lunes, 16 de agosto de 2010

Leyenda y el albedrío

Por: Julio T.

La facultad de decidir de manera libre y propia, es el albedrío, y le es entregada quizás desde que nace, pero solo hará uso de esa facultad hasta que adquiere la voluntad de hacer.

Así como tiene la libertad de pensar, tiene la de actuar, sin libre albedrío, el hombre sería una máquina, tal vez las historias de ciencia ficción muestren una definición exacta de lo que sería un ser humano sin el albedrío.

En los primeros años de la vida, la libertad es casi nula, pero se desarrolla y cambia de objetivo con las facultades, si el niño tiene pensamientos en relación con las necesidades de su edad, aplica su libre albedrío a las cosas que él necesita.

Las predisposiciones instintivas son las que tenía el espíritu antes de su encarnación, según si es más o menos adelantado, pueden solicitarlo para actos reprensibles.

Será secundado por los espíritus que simpatizan con aquella disposición, pero no existe solicitud irresistible, cuando se tiene voluntad de resistir, querer es poder, no lo olviden.

Es cierto que el espíritu sufre la influencia de la materia, que puede entorpecer en sus manifestaciones, la razón es que en los mundos menos materiales que la tierra, las facultades se desarrollan con más libertad.

Pero el instrumento no da la facultad, es importante que se distingan las facultades morales de las intelectuales, si un hombre tiene el instinto del asesinato, seguramente es su propio espíritu quien lo posee y quien se lo da.

El que suprime su pensamiento para ocuparse solo de la materia, se hace semejante a los animales y peor todavía, porque no piensa prevenirse contra el mal, y en esto es en lo que falla, porque actúa así por voluntad.

Quien tiene su inteligencia perturbada por la causa que sea, no es dueño de su pensamiento, y por lo tanto carece de libertad.

Este trastorno es a menudo un castigo para el espíritu que, en otra existencia, pudo haber sido vano y orgulloso y que hizo mal uso de sus facultades.

Puede renacer en el cuerpo de un idiota, como el déspota en el de un esclavo y un rico malvado puede renacer en el de un pordiosero, pero el espíritu sufre con esta violencia, de la cual tiene perfecto conocimiento.

Así es la acción de la materia, el trastorno de las facultades intelectuales causado por la embriaguez no excusa los actos censurables, porque el ebrio se ha privado por voluntad propia de la razón, por satisfacer pasiones brutales, en lugar de una sola, comete dos faltas.

La facultad dominante en el hombre salvaje es el instinto, lo cual no lo priva de actuar con entera libertad respecto de ciertas cosas, pero como el niño, aplica esa libertad a sus necesidades.

Por lo tanto, quienes son más ilustrados que un salvaje, son más responsables de lo que hacen, que lo que hace el salvaje, él no sabe de posición social.

Es indudable que la sociedad tiene sus exigencias, Dios es justo, y todo lo toma en cuenta, pero a todos los hace responsables de sus esfuerzos, sean muchos o pocos para superar los obstáculos.

Muchos estudios se han realizado tratando de descubrir la causa del comporta miento de muchos seres humanos que actúan de manera salvaje, y es lamentable que nunca se llega a una conclusión aceptable.

Por lo que me inclino a pensar que todos los datos que se han estado buscando, no se encuentran en este mundo de formas, creo que más bien esos datos deben estar en el mundo de fuerzas que es el mundo espiritual.

Es por eso que creo que falta todavía mucho trabajo para poder llegar a una conclusión aceptable y convincente, mientras tanto, lo importante es entender que es realmente lo que nos quiere decir el concepto libre albedrío.

Aprendamos mejor a utilizar ese libre albedrío, o dicho de manera coloquial, apliquemos la facultad de la libertad para encontrar las mejores respuestas.

En una próxima entrega hablaremos de la fatalidad que tanto preocupa a quien no tiene manera de entenderla para poder superarla, hasta la próxima.

sábado, 14 de agosto de 2010

Leyenda y libertad de pensar

Por: Julio T.

Se dice que el hombre es responsable de su pensamiento y que solo lo es ante Dios y como solo él puede conocerlo, lo condena o lo absuelve según su justicia.

Mucho se ha escrito sobre la reclusión de un ser humano y al final la coincidencia es que solo el pensamiento es libre, a ese no hay manera de recluirlo, por lo tanto, esa es la verdadera libertad.

La conciencia es un pensamiento íntimo que es propiedad del hombre, por lo tanto, otro hombre no tiene derecho a poner barreras a la libertad de conciencia.

Si el hombre con sus leyes arregla las relaciones de los hombres entre si, Dios con las leyes de la naturaleza arregla las relaciones del hombre ante Dios.

Lo que resulta de poner trabas a la libertad de conciencia, es obligar a los hombres a comportarse de un modo distinto al que piensan, y eso tiene nombre, se llama hipocresía.

La libertad de conciencia es una de las características de la verdadera civilidad y del progreso, cualquier creencia es respetable, cuando es sincera y conduce a la práctica del bien.

Las creencias censurables son las que incitan al mal, pueden censurar por escandalizar acerca de la creencia de los que no piensan como nosotros, pero eso es un atentado a la libertad de pensar.

La pregunta es, si ¿se atenta contra la libertad de conciencia, poniendo trabas a creencias que pueden perturbar a la sociedad? Pero, solo se pueden reprimir las acciones, pero la creencia íntima es inaccesible.

Reprimir los actos externos de una creencia, cuando perjudican en cualquier sentido a otro, no es atentar contra la libertad de conciencia; porque tal represión deja la creencia en completa libertad.

La siguiente pregunta puede ser tan antigua y tan actual que vale la pena su análisis un poco más profundo:

¿se debe, por respeto a la libertad de conciencia, dejar que se difundan doctrinas nocivas, o se puede, sin atentar contra aquella libertad, procurar atraer al camino de la verdad a los que están fuera de él por falsos principios?

La respuesta sería que si se puede y se debe: pero enseñar, siguiendo el ejemplo de cristo, por medio de la dulzura y la persuasión, y no de la fuerza, lo cual sería peor que la creencia de aquel a quien se quisiera convencer.

Si es permitido imponer algo es el bien y la fraternidad.
Pero no creo que el medio de hacerlo admisible sea el de actuar con violencia; la convicción no se impone.

Al paso de los tiempos hemos visto que todas las doctrinas tienen la pretensión de ser la única expresión de la verdad, ¿Qué hacer para reconocer a la que tiene derecho de presentarse en esa forma?

La que busque hacer más hombres de bien y menos hipócritas, siempre será la mejor.

La que practique la ley del amor y la caridad en su mayor pureza y en su más amplia aplicación, será la mejor, así se conocerá que una doctrina es buena.

Cualquiera que busque producir la consecuencia de sembrar la desunión y establecer diferencias entre los hijos de Dios, debe ser considerada falsa y nociva.

Una vez entendido lo anterior, damos paso a uno de los grandes atributos que posee el ser humano: el libre albedrío, que así como tiene la libertad de pensar, tiene la de actuar.

Sin libre albedrío, el hombre sería como una máquina. Pero este asunto requiere de un espacio mayor, por lo pronto, dejaré en el tintero el tema para una próxima entrega.

jueves, 12 de agosto de 2010

Leyenda y un ángel personal

Por: Julio T.

La pregunta, ¿los hombres en estado salvaje o de inferioridad moral, tienen también sus espíritus protectores, y en este caso son de orden tan elevado como los de los hombres muy adelantados? Esta me pereció en principio pregunta poco ética, pero no es así.

Todo hombre aún en estado salvaje o de inferioridad moral tiene un espíritu que lo cuida, pero las misiones son relativas a su objeto, nadie confiaría a un niño que está aprendiendo a leer a un profesor de filosofía, el progreso del espíritu familiar corresponde al del espíritu protegido.

Cuando se tiene un espíritu protector que los vigila, pueden a su vez llegar a ser protector de un espíritu que es inferior, y los progresos que le ayuden a realizar, contribuirán a su adelanto, Dios no pide al espíritu más de lo que le permite su naturaleza y el grado a que ha llegado.

Muchas preguntas surgen, una de ellas es ¿si al espíritu protector, está unido un espíritu malo para alejar al protegido del buen camino? Y la respuesta es que sí, como si se tratara de un equilibrio, el protegido escucha una y otra versión sobre un mismo asunto y parece que afortunada mente sale triunfador el bueno la mayor parte de las veces.

Parece que todas las personas tienen siempre varios espíritus, mas o menos simpáticos y elevados que las aprecian y se interesan por ellas, como también los hay que las incitan al mal, una explicación a este fenómeno, es cuando nuestra mente o pensamientos no encuentran una respuesta adecuada para un problema especial.

Mucho se parece a los momentos en que muchas personas nos están hablando al mismo tiempo, y que no atinamos a decidir a quien escuchar primero, mucho menos a tomar una decisión, y lo que hacemos entonces es tomarnos un tiempo, para separar lo que cada persona nos dice, y hasta entonces se toma la decisión que pensamos es la correcta.

Imaginemos por un momento cuando varios espíritus nos hablan al mismo tiempo, y que además no los vemos, el problema se multiplica, es por eso que la recomendación es la misma que se ejerce en este mundo, tomarse un momento para depurar la información recibida, hasta llegar a una decisión aceptable.

Pero en ambos casos tenemos un punto que converge, en el plano espiritual hemos de darle prioridad a la voz del ángel personal, de ahí la importancia de identificar lo plenamente para no equivocarse, y en este plano, escucharemos a la persona que califiquemos como más confiable, por su trabajo cotidiano.

Los espíritus prefieren acudir a donde están sus semejantes, pues allí están más a sus anchas y mas seguros de ser escuchados, el hombre atrae a los espíritus en razón de sus tendencias, ya sea que esté solo o que forme un estado colectivo.

Puede ser una sociedad, una ciudad o un pueblo, entonces vemos que hay sociedades y pueblos que son ayudados por espíritus más o menos elevados, según el carácter y las pasiones que en ellos dominan, los espíritus imperfectos se alejan de quienes los rechazan, y resulta que el perfeccionamiento moral de la colectividad, como el de los individuos, tiende a descartar a los espíritus malos, y atraer a los buenos, que provocan y mantienen el sentimiento del bien de las masas, como pueden otros incitar a las malas pasiones.

En este caso, una comunidad posee un ángel personal que será rector de esa comunidad hasta que sea relevado por otro, si así se requiere.

martes, 10 de agosto de 2010

Leyenda y la libertad natural

Por Julio T.

La única condición en que el hombre podría gozar de completa libertad es en el desierto, viviendo como ermitaño, vale la pena reflexionar.

Desde el momento en que se reunen dos o más hombres, surgen derechos que respetar, por lo tanto la libertad completa en ese momento desaparece.

Pareciera que la obligación de respetar los derechos ajenos, quitara al hombre el derecho a pertenecer a si mismo, pero eso no ocurre, porque es un derecho que procede de la naturaleza.

Las opiniones liberales de algunos hombres tienen la inteligencia de la ley natural, pero muchas veces está neutralizada por el orgullo y el egoísmo y surge el despotismo que ejercen con todos.

Muchas veces comprenden lo que debe ser, cuando sus principios no son una comedia hecha por interés, pero no lo llevan a cabo.

Mientras más inteligente es un hombre para comprender un principio, menos excusable es de no aplicárselo a si mismo, el hombre sencillo y sincero, avanza por el camino correcto, y no como el que quiere parecer lo que no es, y eso lo puede conducir a una esclavitud.

Hay quienes afirman que existen hombres que están condenados por la naturaleza a ser propiedad de otros, pero cualquier sujeción total de un hombre es contraria a la ley de Dios.

La esclavitud es un abuso de la fuerza, que desaparece con el progreso, y así desaparecerán poco a poco todos los abusos cometidos de los que quieren parecer lo que no son.

Las leyes humanas que permiten la esclavitud desde luego que son contrarias a la naturaleza, ya que equiparan al hombre con los animales y lo degradan moral y físicamente.

El mal siempre es mal, y todos los sofismas no lograrán que una mala acción se convierta en buena, pero la responsabilidad del mal es relativa a los medios que se tienen para comprender lo.

El que saca provecho de la ley de esclavitud es siempre culpable de una violación de la ley natural, pero en esto, como en todo, la culpa es relativa.

Cuando la esclavitud ha llegado a ser costumbre en algunos pueblos, el hombre ha podido aprovechar de buena fe, una cosa que parecía natural, pero el Cristianismo le ha hecho entender que el esclavo es un igual ante Dios.

La natural desigualdad de aptitudes muchas veces pone a ciertas razas humanas bajo la dependencia de otras más inteligentes, pero eso solo es para ilustrarlas y no para embrutecer como servidumbre.

Los hombres han considerado durante mucho tiempo, a algunas razas humanas como animales de trabajo, dotadas de brazos y manos, a quienes tienen derecho a vender como bestias de carga.

Quienes se consideran de mejor sangre son unos insensatos que solo ven la materia, negándose a entender que no es la sangre la más o menos pura, sino que es el espíritu.

Existen hombres que tratan a sus esclavos con humanidad, y que no permiten que les falte algo, porque creen que la libertad los expondría a mayores privaciones.

De ellos se puede decir que comprenden mejor sus intereses, porque también cuidan de sus animales, para venderlos a mejor precio.

Pero solo podemos calificarlos de “no tan culpables” como los que si maltratan a sus esclavos, pero no dejan de disponer de ellos como de una mercancía, privándoles del derecho de pertenecer a sí mismos.

Es por eso que existe la libertad de pensar, mediante el pensamiento, el hombre disfruta de libertad sin límites, ya que no reconoce trabas, puede contenerse su manifestación, pero no suprimirlo.

El hombre es responsable de su pensamiento ante Dios, y como solo él puede conocerlo, lo condena o lo absuelve según su justicia.

Es por eso que se afirma que solo el pensamiento es libre, porque esa libertad es un derecho divino, es la conexión más exacta y precisa con Dios, por lo tanto, es la mejor.

domingo, 8 de agosto de 2010

Leyenda y los derechos humanos

Por: Julio T.

¿No ha dado Dios a ambos, hombres y mujeres, la comprensión del bien y del mal y la facultad de progresar?, ¿de donde surge entonces, la inferioridad moral de la mujer en algunos lugares?

Claro está que ha sido un dominio injusto y cruel que el hombre se ha tomado sobre la mujer, es el resultado de las formas sociales y del abuso de la fuerza sobre la debilidad.

Entre hombres de sociedades poco avanzadas es donde a la fecha se siguen presentando actuaciones para mi gusto retrógradas, donde la fuerza es el derecho que subyuga al débil.

Físicamente la mujer es más débil que el hombre, se ha dicho siempre, sin embargo parece que la mujer resiste dolores muchos más fuertes que el hombre, ¿que hacer entonces?

Parece que lo que buscó Dios fue señalar funciones particulares, que el hombre fue creado para los trabajos rudos, y la mujer para los trabajos ligeros.

Pero ambos fueron creados para ayudarse mutuamente, a pasar las pruebas de una vida llena de pruebas, buenas y malas, justas o injustas, pero aceptarlas en conjunto.

Muchas veces se ha dicho que la debilidad física de la mujer, la coloca en forma natural bajo el dominio del hombre, pero Dios no lo creó con ese fin.

Dios ha dotado a algunos de fuerza para que protejan al débil, no para que lo dominen.

Dios hizo el organismo de cada ser conforme a las funciones que debe realizar, si ha dado a la mujer menos fuerza física, es que la ha dotado del poder de sentir.

Y ese sentir es en relación con la delicadeza de las funciones materiales, y con debilidad de los seres confiados a su cuidado.

Las funciones asignadas a la mujer, tienen tanta importancia como las reservadas al hombre, ya que ella es quien le da las primeras nociones de la vida.

Si ante la ley de Dios, hombres y mujeres son iguales, ¿porqué no lo son también ante las leyes de los hombres?

El primer principio de justicia decreta: “no hagan a los otros lo que no quisieran que les hagan a ustedes”.

De acuerdo con este decreto, una legislación para ser justa, debe buscar la manera de mencionar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Derechos de funciones, es necesario que cada uno tenga su lugar señalado, que el hombre se ocupe de lo exterior y la mujer de lo interior, cada quien según su aptitud.

Para ser equitativa la ley humana, debe decretar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre y todo privilegio concedido a uno o a otro es contrario a la justicia.

La liberación de la mujer es y seguirá siendo parte fundamental para el progreso de la humanidad y no lo contrario como lo han decretado algunas sociedades.

La dominación de la mujer es como caminar con la barbarie, los sexos no deben ser más que al organismo físico, pues los espíritus, pueden tomar uno u otro, no existe diferencia entre ellos en este aspecto.

Por lo tanto, habremos de luchar por una realidad necesaria, que tanto hombres como mujeres así como son iguales ante Dios, sean iguales ante los hombres y gocen de los mismos derechos.

Solo para redondear el concepto, quiero referirme al deseo de perpetuar la memoria con monumentos fúnebres, que solo es un acto de orgullo de los parientes que quieren glorificar la imagen de sí mismos.

No siempre se hacen esas demostraciones por consagración al que murió, sino por amor propio, por quedar bien con la sociedad y para hacer alarde de riquezas.

La tumba es el lugar de reunión de todos, en ella terminan todas las distinciones humanas, en vano quiere el rico perpetuar su memoria con lujosos monumentos.

El recuerdo de sus buenas y malas acciones será menos perecedero que su tumba, la pompa de sus funerales no le lavará sus impurezas, ni le hará subir un escalón en la jerarquía celeste o humana..

En vida es cuando se debe buscar la igualdad de los derechos humanos y la justicia, no después.

domingo, 1 de agosto de 2010

Leyenda y el sol sale para todos

Por: Julio T.

“El sol sale para todos”, con esta frase estamos afirmando la verdad más grande y más importante de lo que imaginamos.

Todos estamos sometidos a las mismas leyes naturales, a las mismas debilidades, sufrimos los mismos dolores, el cuerpo del poderoso se destruye igual que el del menesteroso.

Dios no ha dado a ningún hombre una superioridad natural ni al nacer ni a la muerte, todos somos iguales para él, y desde este punto de vista, Dios nos ha creado iguales en espíritu, es decir, todos los espíritus son iguales.

Pero cada uno de ellos ha vivido más o menos tiempo, por lo tanto, las aptitudes están en función del tiempo vivido, la diferencia surge del grado de experiencia y de la voluntad que se entiende como “libre albedrío”.

Esta es la razón por la que unos se perfeccionan más rápido, adquiriendo aptitudes diversas, la mezcla de aptitudes es necesaria, para que cada uno pueda colaborar en el proyecto divino, en el límite de sus fuerzas físicas e intelectuales.

Es como repartir el trabajo, cada uno de nosotros tiene una misión útil, hemos de aceptar que existen mundos superiores y mundos inferiores, pero ambos mundos son solidarios.

Cuando un espíritu ha progresado ya no desciende, solo puede elegir en estado de espíritu una envoltura más pesada o una posición más baja que la que tuvo, pero solo para que le sirva de enseñanza y le ayude en su progreso.

Las diversas aptitudes del hombre no dependen de la naturaleza íntima de la creación, sino del grado de perfección a que ha llegado en sus diferentes encarnaciones, así que no se puede atribuir a Dios la desigualdad de facultades.

Pero si ha permitido que los distintos grados de desarrollo estuvieran en contacto, tratando de que los más adelantados ayudaran en el progreso de los más atrasados, para que entiendan que unos a otros se necesitan por ley de caridad que los une.

La desigualdad de las clases sociales es hechura del hombre, nada tiene que ver Dios en ese asunto, solo las leyes divinas son eternos, esa desigualdad creada por el hombre se acabará junto con el predominio del orgullo y del egoísmo.

Un día llegará en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios no se mirarán como de sangre más o menos pura, solo el espíritu es más o menos puro y eso no depende de la clase social.

Quienes abusan de la superioridad de su posición social y oprimen al débil para su provecho, serán oprimidos también, porque renacerán en una existencia en que sufrirán todo lo que han hecho sufrir a otros.

La desigualdad de riquezas no surge de la desigualdad de facultades, la riqueza hereditaria puede ser o no puede ser fruto de malas pasiones, habrá que remontarse hasta su origen para constatar, si se adquirió con justicia o no.

La codicia y los secretos para poseer la riqueza solo se entiende en lo personal, pero eso es lo que Dios juzga, y su juicio es más severo que el de los hombres, una fortuna mal adquirida en su origen se puede heredar sin duda.

Queda claro que nadie es responsable del mal que otro hizo y más aún cuando se ignora, pero con mucha frecuencia no le llega la fortuna al hombre, más que para ofrecerle la oportunidad de reparar una injusticia.

¡Dichoso él, si así lo comprende! Y si lo hace en nombre de aquel que la ha cometido, a ambos se les tendrá en cuenta la reparación.

La igualdad absoluta de riquezas es imposible, la diversidad de facultades y características no la permite, sin embargo, existen hombres que creen que este es el remedio de la sociedad.

Quienes así piensan son ambiciosos celosos, no comprenden que la igualdad que sueñan sería destruida en seguida por la fuerza de las cosas, es mejor combatir el egoísmo que la verdadera plaga social y que no se hagan ilusiones.

Cosa distinta es el bienestar que es relativo, y cada quien podría disfrutar de él, si lo entendieran, el verdadero bienestar consiste en el empleo al gusto de cada uno y no en trabajos que no son de su agrado.

Como cada quien tiene habilidades diferentes, ningún trabajo útil quedaría pendiente, todo está equilibrado, el hombre es quien quiere desequilibrarlo, y para entenderse es muy importante que practiquen la ley de la justicia.

La sociedad es a menudo la responsable de la infelicidad y la miseria pero por causa de la mala educación que ha falseado el juicio, en lugar de ahogar las tendencias nocivas.

Las pruebas de infelicidad y pobreza son igual de difíciles, el que tiene se vuelve orgulloso e insaciable y el que no tiene, odia al que tiene y la confrontación no es superable mas que por cada uno de ellos de manera personal.